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A quién va dirigido el libro

Lo de contestar a esta pregunta parece más sencillo que la anterior, por lo menos a primera vista. Basta con empezar a leer el libro de la Sabiduría: amad la Sabiduría, gobernantes de la tierra (Sb 1,1).


Pregunta contestada, el libro se escribe para que lo lean los gobernantes de la tierra, ésta ha sido más fácil que la anterior. Bueno, es así, pero no sólo es eso. Entre otras cosas, si el libro se hubiera escrito sólo para que lo leyeran los gobernantes yo no tendría que leerlo. Y a lo mejor tú, amigo mío, tampoco te cuentas entre los que dirigen este mundo.


El libro está escrito por un judío muy judío y habla de cosas de judíos. Así que en primer lugar está escrito para que lo lean los miembros de pueblo de Israel, que son los que lo van a entender. Es cierto que todo lo que dice es muy bueno para que lo sepan los que tienen la misión de gobernar, así que también va dirigido a ellos. Por el modo de hablar, por el modo de argumentar, se puede decir que el texto se escribe pensando en judíos cultos, que conocen la historia de su pueblo y que también conocen el modo de vivir de sus vecinos. Recuerda que este libro está escrito fuera de Judea, en territorio de paganos. Y que los que lo leen están rodeados de gente que no creen en el Dios de Israel.


Es posible que el autor esté pensando en judíos que tienen algún puesto de cierta importancia, lo que los lleva a tratar habitualmente con gentiles, es decir, con personas que no son judíos. Gente con poder, funcionarios, comerciantes, artistas, maestros. El libro, cuando habla de su autor, lo hemos dicho antes, se presenta como si fuera el rey Salomón. Y recuerda al rey aquel momento en que era joven y tenía que empezar a gobernar sobre las doce tribus. Él era muy joven y débil. Entonces el rey Salomón tomó una decisión que marcó toda su vida.


Y quiere compartir esta experiencia con todo el que quiera escucharla. Así pues, este libro también se escribió pensando en aquellos jóvenes que empiezan su vida y toman decisiones que van a marcar todo su futuro. Es posible que, en la Alejandría de entonces, rica, poderosa, culta, un joven judío se viera encandilado por el brillo de los filósofos y de los poetas paganos, y eso le llevara a despreciar su tradición religiosa y cultural, como si la historia de su pueblo fuera algo propio de incultos, de bárbaros.


Y el autor le explica a ese joven los tesoros de su historia, y le muestra cómo son mucho superiores a la sabiduría de los griegos, al poder de los romanos o a la magnificencia del antiguo Egipto. No sólo no tenemos nada que envidiarles, sino que tenemos mucho que enseñarles. Y para explicarle esto usa esos mismos instrumentos con los que esos jóvenes se han quedado encantados: la misma lengua griega, los mismos recursos literarios, los mismos términos filosóficos. Porque no tenemos que avergonzarnos de nada, porque podemos usar todo lo que de bueno hay en el mundo. Porque todo lo que es bueno viene de Dios y nos va a llevar a Él.


¡Vaya!, pues parece que al final se ha complicado también esta pregunta. Pues todavía no he acabado. En su momento dije que este libro, como otros muchos de la Biblia que llamamos escritos sapienciales, trata de decir cosas que valen para todos los hombres de todos los tiempos. Se trata de verdades eternas que aprovechan a todos siempre. Así que no hace falta que seas el emperador de Roma, ni un alto funcionario del recién creado Imperio, ni tan siquiera un joven judío que está empezando a decidir sobre su vida. De hecho, no creo que seas ninguna de las tres cosas.


Basta que seas un ser humano, y eso pienso que sí que lo eres, y que seas capaz de escuchar a alguien que te quiere ayudar a vivir mejor. Estoy seguro de que también lo eres, si no fuera así habrías dejado de leerme hace ya tiempo.

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