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Carta a un amigo homosexual

Querido amigo:


Entiendo tu indignación. Entiendo que no te sientas orgulloso del “orgullo gay”. Entiendo que insistas en hacernos ver que no te identificas para nada con esa movida, y que sus organizadores y seguidores no son representativos ni de ti ni de tantos y tantas que, como tú, lo habéis pasado fatal y os sentís mal e impotentes ante esta patraña de fiesta, en vuestro nombre, que se ha celebrado un año más, este mes de Junio, y que se ha dejado notar.


Te conozco muchos años y sabes que no sólo siento un gran aprecio por ti, sino que te valoro y respeto como persona de sensibilidad exquisita, buen gusto, cabeza bien amueblada y corazón de catedral. Yo también he sufrido estos días, desde que me escribiste, pensando en ti y en tantos como tú, que tenéis que vivir la denigración de vuestra condición en una escena de tan mal gusto como es la del “orgullo gay”.

Carrozas en desfile de negocio, Drag Queens, plumas, pelucas exageradas, tocados de mal gusto, gentes borrachas, gritos alocados, falsa alegría, correntiíllas con manoseos, teatros incívicos, vocabulario soez, groserías en dichos y hechos, exhibición narcisista de cuerpos de gimnasio, zapatos de tacón de más de 15 cm. de alto, como si eso fuera la insignia que os identifica y, por supuesto, denigración del sexo sea cual sea la condición de cada persona.


Es todo falso: Los que piden respeto son tremendamente irrespetuosos. Los que exigen integración forman un gueto distante, diferente y provocador. Los que salen a la calle como gays y lesbianas, lo que menos les importa, es la condición y los derechos de los homosexuales. Los que reclaman educación en valores se imponen vacíos. Los que gritan sensibilidad social se colocan fuera de ella. Los que hablan de diversidad afectivo-sexual son intolerantes con lo distinto. Los que se quejan de que se les insulta son toda una blasfemia colectiva. Los que no paran de referir los tan manidos prejuicios contra vosotros, son incapaces de salir de sus esquemas fijistas. Lo sé, y créeme, se sabe más de lo que tu te piensas, que hay otros intereses, que no nos tragamos sus aparentes reivindicaciones, que todo es muy cutre.


Dicen reflejar la realidad respecto a vosotros. ¡Qué disparate! La realidad es la tuya, y la de Roberto, la de Ginés y Antonio, la de Paqui y Lourdes… La realidad es otra bien distinta: vuestro sufrimiento, vuestro proceso de aceptación, vuestras situaciones familiares. La realidad es otra y, como hemos hablado tantas veces, gracias a Dios todo va cambiando. Me identifico contigo cuando dices que esto frena, rompe el esfuerzo de tantos años y que vuestra lucha está hoy más “dentro” que “fuera”, pero no te ha de preocupar el que os metamos a todos “en el mismo saco”. Estoy convencido de que somos muchos los que pensamos así. Gracias por sentirme a mí y, en general, a la Iglesia (a pesar de todas esas dudas que planteas que seguiremos clarificando) con los brazos del entendimiento y la acogida incondicional. De verdad que es auténtico.

Efectivamente, es de esquizofrenia: La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) reclaman el respeto del colectivo homosexual y muchos de vosotros, homosexuales, reclamáis el respeto de los miembros de la Federación. Ellos dicen comprenderos y que otros somos desconocedores y que, por supuesto, os rechazamos. Qué insulto a la inteligencia de tantos, como os veis afectados directamente, el tener que soportar como profetas, voceros de vuestros intereses, a determinados miembros de la Fundación y a muchos políticos que no os prestan ningún favor. En esto, siempre te di la razón y te manifesté, desde la indignación, mi posición de que debías de soltar atavismos y conquistar la libertad que ellos no te ofrecen.

Ojalá que sientas mi comprensión y mi defensa. Jamás te identificaría con una carroza de semejantes trazas. Tengo claro que, acogeros, respetaros y defender vuestros derechos sociales, es cuestionar el día del orgullo gay. Y yo, lo cuestiono y lo denuncio, como el mejor servicio que puedo haceros (más allá de los cafés de diálogos profundos, en aquella época tan convulsa de tu vida, dónde siempre intenté escucharte con gran atención y colaborar en la búsqueda de luces que orientaran el camino. Ahora, desde que marchaste a Madrid, me alegra que sigas contando conmigo y de vez en cuando suene el teléfono o me escribas un correo). Y, por favor, deja de imaginar o sospechar lo que no es real. Debes de creer lo que te manifiesto y dejarte de conjeturas o condenas que no vienen al caso y que empañan la autenticidad de mis palabras. En momentos, me haces sentir cierta impotencia, porque no terminas, en el fondo, de aceptarte, y lo proyectas en otros. Esto hay que trabajarlo, amigo.


Te animo a vivir en esperanza. Hay frutos que nunca se darán sembrando piedras. Sigamos en la fatiga de otras formas de sembrar y regar para que nuestro mundo haga posible otros “arco iris” más luminosos, integradores y generadores de comunión.


Cuenta siempre con mi hombro que quiere compartir tu pesar para aliviarlo y no dejes que consigan amargar lo que tanto llanto te ha costado superar, aunque, sinceramente pienso, que quedan parcelas por normalizar y armonizar. Aquí estoy. Me apunto a esa comida que propones cuando vengas en agosto, cuando quieras, concretamos.


Recibe un fraternal abrazo.

Tu amigo cura (como te gusta llamarme).


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