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El justo

Sb 3, 1 - 4, 20


Llegamos al centro de esta primera parte que hemos llamado Exordio. El centro es lo más importante, ya te vas acostumbrando a este modo de organizar el texto, seguro.


Los impíos aparecen antes y después, como marco, para en contraste con el justo. Un esfuerzo de imaginación te voy a pedir ahora para poder captar mejor lo que vamos a encontrar en los párrafos siguientes.


¿Cuál es el ideal para la mentalidad de un judío de la época? Te he dicho varias veces que, en general, no existe una esperanza de seguir vivo después de la muerte. Así que todo lo que se puede desear está aquí. Tres cosas son lo mejor que le puede pasar a una persona. La primera es una larga vida, morirse lo más tarde posible. Así vemos a las figuras de los antiguos patriarcas del Antiguo Testamento, muertos cargados de años: Tenía Moisés 120 años cuando murió, y no se había apagado su ojo ni se había perdido su vigor (Dt 34,7). Y no como nosotros, que cada vez que cambiamos el primer dígito de nuestra edad parece que ya no podemos ni respirar.


La segunda, ya lo hemos dicho más arriba, es la descendencia. Es lo más parecido a una vida eterna. Por eso la permisión de la poligamia. Lo más importante para un hombre es engendrar hijos: sed fecundos, multiplicaos (Gn 1,28). Y la mayor bendición que Dios puede dar es una descendencia copiosa: tu esposa como parra fecunda en medio de tu casa, tus hijos como brotes de olivo alrededor de tu mesa (Sal 128,3).


Por eso una mujer es una persona muy valiosa en Israel, porque es la fuente de la vida, de la descendencia. Así que cuando una mujer es estéril es visto como la mayor desgracia que le puede suceder. Quizás te acuerdes de la historia de Ana. Estaba casada y no podía tener hijos. Y esto la hacía sufrir muchísimo. Y pedía con insistencia al Señor para que la bendijera con hijos. El Señor le regaló un hijo, Samuel (cfr. 1Sm 1,1-20).


Y la tercera cosa importante es la felicidad, claro. Pero una felicidad de aquí, de esta tierra, no nos equivoquemos. Todos tenemos en la imaginación la historia de Job, quizás la hayamos escuchado desde niños. El pobre Job sufre tantísimo. Y no deja de confiar en el Señor, aunque no entienda nada.


Y al final de la historia, quizás lo recuerdes, el Señor lo bendice. Y vuelve la felicidad a la vida de Job. Y esta felicidad es contante y sonante: y el Señor bendijo ahora a Job más que al principio, y tuvo 14.000 ovejas, y 6.000 camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas (Jb 42,12). Esto sí que es felicidad.


Pues bien, la Sabiduría nos enseña que Dios tiene una bendición mucho mayor que estas tres cosas: larga vida, descendencia y prosperidad. Y para ello nos presenta unos modelos concretos. Sabemos que nuestro autor es un buen maestro. Con ejemplos se enseña mejor que con conceptos.


Así que vamos a ver hombres que sufren, o que mueren muy jóvenes, o mujeres estériles, y en todo esto veremos la bendición de Dios. De nuevo tenemos una división en tres partes. Primero nos habla en general, luego de una mujer y finalmente de un hombre.


En el centro encontramos el caso de esta mujer. Quizás no se pueda decir que sea el ejemplo más importante de los tres, pero sí que era lo más llamativo para la mentalidad de los oyentes. Ya verás. Sobre todo, intenta pensar como ellos pensaban.

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