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José, el silencio del Amor

Glosa dominical Domingo IV de Adviento


​“Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros”. Dios cumple sus promesas, pero necesita -pues así lo ha querido- de la voluntad libre de su criatura, de la asunción y aceptación de su plan de salvación por parte de los hombres. María es la obra maestra de Dios, la culminación de su obra creadora. Pero María no está sola en la espera del niño. Está José, el prometido, el hombre del silencio, “el silencio del amor”.

A María se le anuncia que su criatura será el Emmanuel, el Dios-con-nosotros A José se le comunica que él, haciendo las funciones de padre, pondrá el nombre a su hijo: Jesús, es decir, Salvador. En el nombre está la misión. Así será anunciado a los pastores, y lo proclamaremos en la Nochebuena: “Os anuncio una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor…”. Sin María -sin su acogida de la Palabra de Dios- la Navidad no habría sido posible. Para su gran obra Dios pulsó, tocó, llamó respetuosamente a las puertas de una joven, y María dijo “¡Sí!, ¡Adelante!”, “¡Hágase en mí!” (Lc 1, 38).

José parece el gran olvidado en el acontecimiento de la Encarnación. Pero no es así. José no entiende lo que sucede, porque los acontecimientos no coinciden con lo que él había planeado, “no controla”. Pero el mensajero de Dios no le permite renunciar. Le invita a superar el miedo. Él va a ser el garante. José es el hombre justo, silencioso, obediente a los planes de Dios y no a los propios.

Las palabras del ángel -“No temas quedarte con María” (Mt 1, 20)- nos llegan hoy como invitación gozosa para nosotros: “¡Llévala a tu casa!”. Porque ella hizo florecer la Navidad, porque es maestra del evangelio, porque con ella siempre estará su Hijo… también tú, amigo lector, “no tengas reparo en llevar a María a tu casa”. Será la mejor amiga, la constructora y la mejor maestra de la ya inmediata Navidad. Cuando Dios entra en escena las cosas dejan de estar bajo nuestro control. No es momento para el miedo, sino para la confianza en Dios, en el plan que Él tiene para nosotros. Estemos atentos a la voz del ángel que dice a cualquier José desconcertado: “La vida que ves nacer viene del Espíritu Santo. No tengas miedo si Dios quiere hacer brillar su poder en ti y manifestar así su gloria”.

La Palabra -acogida- se hace carne en el seno virginal de María, y genera al Hombre Nuevo sin obra de varón. En ti y en mí, la Palabra -acogida- recreará hombres nuevos… y podremos decir con San Pablo: “Ya no soy yo, es Cristo que vive en mí”.

Os invito a orar así: “Señor, enséñame a confiar en ti, a no vivir obsesionado por el temor de perder el control de mi vida, a vivir sereno y tranquilo, sabiendo que Tú siempre estás a mi lado, a sentirme amparado por ti en los momentos buenos y malos”.

Amigo lector… ¡Feliz y Santa Navidad!

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