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La muerte

(Sb 1,12-16)


El párrafo anterior acababa diciendo algo así como boca calumniadora quita el alma (Sb 1,11). Es como el enganche con el tema que viene ahora.

La Sabiduría es algo que viene de Dios, o incluso Dios mismo que actúa en este mundo. Pues la muerte viene a ser lo contrario. La muerte no viene de Dios, no tiene nada que ver con Él.

Y esto se ve bien claro en las personas, las que tienen la Sabiduría consigo y las que no la tienen.

Lee el texto, es bien breve. Y como pasa muchas veces en este libro lo más importante está, más o menos, en el centro. Así que atento al versículo quince.


12No os procuréis la muerte con vuestra vida extraviada,

ni os acarreéis la perdición con las obras de vuestras manos.

13Porque Dios no ha hecho la muerte,

ni se complace destruyendo a los vivos.

14Él todo lo creó para que subsistiera

y las criaturas del mundo son saludables:

no hay en ellas veneno de muerte,

ni el abismo reina en la tierra.

15Porque la justicia es inmortal.

16Los impíos, sin embargo, llaman a la muerte con gestos y palabras;

se desviven por ella, creyéndola su amiga:

han hecho un pacto con ella,

pues merecen compartir su suerte.


Una estructura concéntrica, creo yo, vemos en este trozo tan pequeño. Sin manías, y sin tratar de encajar todo perfectamente, pero empezamos hablando de los pecadores y la muerte (cfr. Sb 1,12), luego hablamos de Dios y de la vida (cfr. Sb 1,13-15). Y acabamos hablando otra vez de los malos y de la muerte (cfr. Sb 1,16). Y, como ya te he dicho varias veces, lo más importante es lo que está en el centro. Nuestro autor lo coloca allí para que se vea con claridad.


Es cierto que no es más que un modo de dividir el texto. Uno de los muchos posibles.

Y seguimos leyendo este libro mirando con el rabillo del ojo a los tres primeros capítulos de la Biblia: la Creación y el pecado.


Todo está bien hecho, así lo ha hecho Dios. Por eso todo está vivo. En el centro del fragmento que acabas de leer encontramos la afirmación: todas las criaturas traen la salvación (Sb 1,14).


Nada de lo que existe está hecho para hacer daño, sino para vivir y para hacer vivir. Volvemos a encontrar el término justicia (Sb 1,15) para referirse a la Sabiduría, igual que al principio del libro (cfr. Sb 1,1). Y en este caso lo acompaña con el atributo inmortal (Sb 1,15). La Sabiduría viene de Dios, es divina, en cierto modo, hemos dicho antes.


Por eso, una de sus características principales es el vivir, y el dar vida a los demás. No lo olvides, esto lo veremos mucho a lo largo de todo el libro. Creo que es un tema más importante de lo que nos pensamos. Dios no hizo la muerte (Sb 1,13).


Y, para que destaque, el bien aparece encuadrado entre lo contrario. Los impíos son aquellos que no tienen Sabiduría. Éstos son los que hacen que aparezca la muerte en la Creación.


Dios llama al ser. Dios crea con su palabra: dijo Dios «hágase la luz» y existió la luz (Gn 1,3). Y así también actúan los que viven con la Sabiduría, dando vida con su palabra. Pues los malos hacen exactamente lo contrario. A la muerte la invocan con sus manos y sus palabras (Sb 1,16). Son ellos los que han creado la muerte, forzando en cierto modo el lenguaje, porque sólo Dios crea. Ellos la han llamado, y ella ha venido.


Y los malos no se conforman con llamarla a la existencia, sino que hacen una alianza con ella, con la muerte (cfr. Sb 1,16).


Una Alianza estableció Dios con Israel, su pueblo, en el Sinaí. Esa Alianza es la que, en cierto modo, llamó a Israel de la nada y lo hizo comenzar a existir como pueblo. El autor del libro usa este término que hemos traducido por “alianza” sólo dos veces, una aquí, y la otra hablando de la del Sinaí, en la parte final del libro (cfr. Sb 12,21). Es como anunciar un tema que desarrollará más importante. Dos tipos de alianza, una con Dios que lleva a la vida, y la otra con la muerte. Tú mismo puedes escoger.

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