Sb 7,22-24
Y llegamos, por fin al centro del centro, al elogio de la Sabiduría propiamente dicho. En un elogio hay que definir la naturaleza, el origen y la actividad de la realidad de la que estamos hablando. Y eso es lo que se dispone a hacer el autor, por partes, una cosa detrás de otra. Todo perfectamente ordenado.
No es nada fácil hablar de algo así, ni tratar de definirlo. Tampoco va a ser la finalidad última para el autor, ya lo veremos. Así que vamos a definir, tratando de entender un poco mejor aquello de lo que llevamos ya tanto tiempo hablando.
¿Cómo es la Sabiduría? Pregunta difícil de responder. No es posible dar una definición concreta. Supera los límites del lenguaje y del pensamiento de los hombres. Así que hagamos una huida hacia delante. Una definición desbordante, eso es lo más apropiado para hablar de este tema.
Por eso tenemos una auténtica cascada de adjetivos para poder definir a nuestra amiga Sabiduría. Veintiún adjetivos, ni más ni menos. Y como bien sabes eso es el resultado de multiplicar tres y siete, que son las dos cantidades que indican perfección. Así que nuestra amiga la Sabiduría es lo más perfecto de lo más perfecto. La repera, vamos.
Y, como nos tiene acostumbrados nuestro autor, en el centro estará lo más importante.
Léelo con calma, que no se te atraganten tantos adjetivos seguidos. Y si tienes que leerlo varias veces, pues hazlo, que es un texto muy corto.
La sabiduría posee un espíritu inteligente, santo,
único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado,
diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo,
23incoercible, benéfico, amigo de los hombres,
firme, seguro, sin inquietudes,
que todo lo puede, todo lo observa,
y penetra todos los espíritus,
los inteligentes, los puros, los más sutiles.
24La sabiduría es más móvil que cualquier movimiento
y en virtud de su pureza lo atraviesa y lo penetra todo.
Puede llamar la atención que va a hablar de la Sabiduría y cambia inmediatamente el tema en ella hay un espíritu (Sb 7,22). Y empieza a hablar de este espíritu. Los adjetivos complementan al espíritu.
La Sabiduría es un espíritu. Y eso quiere decir que tiene una naturaleza por encima de las criaturas materiales. Es más elevado que lo que percibimos con los sentidos. Pero al mismo tiempo es algo que está dentro de las criaturas. No sé si lo recuerdas, pero al principio del libro leíamos que el espíritu del Señor llena el mundo (Sb 1,7). El espíritu está por encima de la materia, pero es el que la penetra y el que la mantiene unida.
Con esto el autor recoge una tradición filosófica que parte desde Pitágoras y que arraiga en los estoicos. Un modo de pensar muy de moda en esa época. Existe un espíritu divino que penetra en todos los seres y que los mantiene en el ser. Este modo de pensar los llevará a no respetar la transcendencia de la divinidad y a caer en un panteísmo, como si cada criatura fuera un dios. Nuestro autor es consciente de ello y por eso explicará enseguida el origen de la Sabiduría, para que no nos confundamos.
Al mismo tiempo muy por encima y muy dentro de cada criatura, eso es la Sabiduría. Y una serie de veintiún adjetivos. Los primeros diez hacen más bien referencia a su naturaleza propia y parece que están agrupados en parejas.
Los diez últimos hacen referencia más bien al modo de actuar que le es propio. Y en el centro el que el autor considera el más importante: amante del bien (Sb 7,22). Del amor como algo necesario para conseguir la sabiduría vamos a hablar más adelante con detenimiento. Pero también es verdad que hemos venido hablando desde el principio del libro.
Quizás recuerdes que al principio del libro decíamos que la Sabiduría ama al hombre (Sb 1,6). Y ese mismo adjetivo lo repite en esta enumeración. El amor tiene mucho que ver con la Sabiduría. Atento que este tema va a salir enseguida.
Sólo una cosa más. Me ha llamado la atención uno de los adjetivos, el tercero. En nuestras biblias se suele traducir como único. Pero el texto original significa algo más, significa “unigénito”. Es el término que se usa varias veces en el Nuevo Testamento para referirse a Jesucristo. Como muestra te recuerdo uno de los textos más conocidos: tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito (Jn 3,16). Pues éste es el adjetivo que usa nuestro autor para calificar a la Sabiduría.
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