(Sb 12,3-18)
Te expliqué ya que esta parte del libro es bastante simplista. Por un lado, está el pueblo elegido, Israel, y por otra están los malos, los enemigos, Egipto. Y esto es verdad, en cada una de las comparaciones lo vemos. Pero en la tradición de Israel los enemigos son dos. Por un lado, ciertamente, está Egipto, el que los oprimió durante mucho tiempo, el que trató de hacerlos desaparecer de la faz de la tierra, cierto.
Pero hay otro enemigo, mucho más peligroso para los israelitas, los pueblos que habitan en la tierra de Canaán. Es cierto que muchos de estos habitantes fueron expulsados cuando la conquista de la Tierra Prometida (cfr. Jos 12,1-7), pero también es cierto que otros muchos se quedaron allí (cfr. Jos 13,1-5).
Los israelitas vivieron junto con ellos, y fueron, durante siglos, tentados por ellos para aceptar sus costumbres, adorar a sus dioses y mezclarse con ellos. Los cananeos, por eso, son vistos en la historia de Israel como el mayor peligro. De ellos provienen las tentaciones que los llevarán a alejarse de Yahveh (cfr. Jos 23,12-13). Son el segundo enemigo, quizás no tan vistoso como Egipto, pero mucho más peligroso en la práctica.
Israel ve el origen de estos dos enemigos en la maldición del padre de ambos, Cam. Cam era uno de los tres hijos de Noé, igual te suena el nombre: Sem, Cam y Jafet, los hijos de Noé. Cam cometió un pecado grave contra su padre, y el Señor lo castigó, y maldijo a su hijo, Canaán, por el pecado de su padre (cfr. Gn 9,20-25). Aquí encontramos el origen de la animadversión de los pueblos cananeos contra Israel. Pero si seguimos leyendo en el texto vemos que Cam tenía otros hijos, y uno de ellos es el que suele aparecer en nuestras biblias como “Misráyim”, que es el nombre que se le da a Egipto en Hebreo, sin más (cfr. Gn 10,6). El odio de Egipto hacia Israel también tiene origen en la maldición a su padre Cam por el pecado contra Noé.
Pues aquí nos habla el autor de un episodio de la conquista de la tierra de Canaán que no es demasiado conocido. El Señor mandó delante de las tropas de Israel a unas avispas para que expulsaran a los pueblos cananeos antes de que ellos llegaran (cfr. Ex 23, 27-30). El contraste es fuerte, y la mención de las avispas ridícula. Ya verás. Primero se detiene en detallar los pecados de estos pueblos, y luego habla del castigo divino en forma de picotazo de avispas.
Cada vez estoy más convencido de que nuestro autor es un genio y que consigue captar tu atención de mil modos diferentes. Lee y disfruta del contraste un poco ridículo.
3A los antiguos habitantes de tu santa tierra,
4los aborreciste por sus prácticas abominables,
actos de magia y ritos sacrílegos.
5A esos crueles asesinos de niños,
devoradores de entrañas en banquetes de carne y sangre humanas,
a esos iniciados en bacanales,
6padres asesinos de seres indefensos,
decidiste eliminarlos por medio de nuestros antepasados,
7para que la tierra que tú más apreciabas
acogiera a la digna colonia de los hijos de Dios.
8Pero también con estos, como hombres que eran, fuiste indulgente
y les enviaste avispas como avanzadilla de tu ejército,
para exterminarlos poco a poco.
9Aunque pudiste entregar a los impíos en manos de los justos en batalla campal,
o aniquilarlos de una vez con bestias feroces o con una orden fulminante,
10los castigaste paulatinamente, dándoles lugar para la conversión,
aunque sabías que eran de mala cepa, de malicia innata,
y que su modo de pensar no cambiaría nunca,
11pues era una raza maldita desde su origen;
si les indultaste los pecados, no fue por miedo a nadie.
12Pues, ¿quién puede decirte: «¿Qué has hecho?»,
o ¿quién se opondrá a tu sentencia?,
¿quién te citará a juicio por haber destruido las naciones que tú has creado?,
o ¿quién se alzará contra ti para vengar a los injustos?
13Pues fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo,
a quien tengas que demostrar que no juzgas injustamente;
14ni rey ni soberano que pueda desafiarte defendiendo a los que tú has castigado.
15Siendo justo, todo lo gobiernas con justicia
y consideras incompatible con tu poder
condenar a quien no merece ser castigado.
16Porque tu fuerza es el principio de la justicia
y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos.
17Despliegas tu fuerza ante el que no cree en tu poder perfecto
y confundes la osadía de los que lo conocen.
18Pero tú, dueño del poder, juzgas con moderación
y nos gobiernas con mucha indulgencia,
porque haces uso de tu poder cuando quieres.
El texto tiene, creo yo, tres partes. Al principio te explica los pecados de los cananeos (cfr. Sb 12,3-7), luego explica el modo de actuar Dios con ellos (cfr. Sb 12, 8-11) y finalmente te explica las razones del obrar divino, no sólo en este caso, sino en general (cfr. Sb 12,12-18).
Se detiene en los pecados de los habitantes de Canaán, los enumera prolijamente: asesinos de niños… comedores de entrañas… banquetes de carne y sangre humana… iniciados en bacanales… padres asesinos de seres indefensos (Sb 12,5-6).
Los sacrificios humanos son algo conocido, especialmente los de niños pequeños, los encontramos en la Escritura (cfr. Dt 12,31). De los banquetes de carne humana no encontramos rastros en otras fuentes históricas ni arqueológicas.
De los ritos iniciáticos, como los que conocemos en honor de Baco, podemos decir que era algo propio de la época helenística. Eran, con toda seguridad, un peligro en la época en que se escribe el libro. Pero no era algo propio de los habitantes de Canaán antes de la conquista de la tierra.
Como estamos acostumbrados nuestro autor tiende a simplificar la historia. Los malos tienen que ser muy malos. Y para eso, en ocasiones, usa la técnica de achacarles pecados que no son suyos, pero que, para el lector, son reales y cercanos. Nada nuevo.
Poco a poco fue castigando Yahveh a Canaán, y nos lo dice por dos veces (cfr. Sb 12,8.10). Y recuerda la narración del envío de las avispas a los pueblos cananeos (cfr. Ex 23,30). Allí también Dios quiso actuar poco a poco, aunque los términos que usa son distintos, y distinta también la finalidad. Pero a nuestro autor le viene bien hacer referencia a ese dato para su argumento.
Una última cosa, que me alargo demasiado, ¿para qué actúa Dios así? ¿qué quiere conseguir? Pues darles ocasión para la conversión (Sb 12,10). Detrás de todo esto está el amor de Dios por todos los hombres. Incluso por los que son malos, pero malos de verdad. Incluso esos que ya sabemos que no llegaron a convertirse nunca, el autor sabe que los cananeos nunca llegaron a reconocer a Yahveh. Ya te he dicho varias veces que eso es algo que atraviesa todo este libro, el amor de Dios por toda la Humanidad.
Esto lo vemos anunciado en el libro de Jonás. Allí Jonás aprende, con sufrimiento, la lección ¿no voy a tener yo compasión de Nínive, la gran ciudad, donde viven más de 120.000 personas (Jon 4,11).
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