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Pedro y Pablo

San Pedro y San Pablo – Ciclo A


Hoy es domingo, y caluroso. Ya hay ambiente veraniego. Niños y adolescentes están plenamente de vacaciones; los universitarios están inmersos en los exámenes de la Convocatoria Extraordinaria de Julio. Muchas familias están iniciando el éxodo para el descanso necesario, aunque con el tema en el horizonte de volver para votar el día 23. Para la Iglesia hoy es un gran día, porque, aunque sea domingo, celebramos la fiesta litúrgica del pasado jueves, la solemnidad de San Pedro y San Pablo.


¿Qué suponen Pedro y Pablo para la Iglesia de ayer y de hoy? En el himno para la Hora Intermedia leemos: “Pedro la roca; Pablo, espada. Pedro, la red en las manos; Pablo, tajante palabra. Pedro, llaves; Pablo, andanzas”. Es indudable que una de las riquezas de la Iglesia, desde su mismo comienzo, es esta capacidad para unir lo diverso, conscientes de que los contrastes ayudan a clarificar y a avanzar. Las lecturas que serán proclamadas hoy recogen el amplio espectro que representan el que fue la Cabeza de la Iglesia y el que fue intrépido Apóstol de las gentes. En el Prefacio de la Misa diremos así: “…en los apóstoles Pedro y Pablo has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría: Pedro fue el primero en confesar la fe, Pablo el maestro insigne que la interpretó; aquél fundó la primitiva Iglesia con el resto de Israel, éste la extendió a todas las gentes. De esta forma, Señor, por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a los dos, coronados por el martirio, celebra hoy tu pueblo con una misma veneración”.


Pedro y Pablo son las dos grandes columnas de la Iglesia. Pedro ata y desata; Pablo anuncia el evangelio a la gentilidad. Pedro, el pescador del lago y piedra sobre la que construir la Iglesia; Pablo, el convertido y el evangelizador. Ambos fueron testigos del Maestro, y ambos acabaron mártires del Evangelio en Roma.


El que “habla de Dios” es porque “antes ha hablado a Dios”; y hablar de Dios implica dar testimonio de la fe ante un mundo indiferente y/o increyente. Hoy, como entonces, el mundo sigue martirizando, crucificando o marginando a quienes hablan de Dios -estamos asistiendo, casi sin ningún sonrojo internacional, a masacres de cristianos en determinados países-. Pedro y Pablo -la unidad en la diversidad, la autoridad y el carisma- son símbolo de una Iglesia que se encuentra hoy, como hace dos mil años, en la encrucijada de la fidelidad al Evangelio -Pedro-, pero sin renunciar al riesgo de abrir nuevos horizontes -Pablo-. En Pedro y Pablo se aúnan el poder de las llaves y la fuerza de la Evangelización.


Elevemos hoy una oración de gratitud y de súplica por nuestra Madre la Iglesia, y más en concreto por el Papa Francisco -Pedro-, y por todas las realidades eclesiales, especialmente aquellas de primer anuncio y kerigmáticas -Pablo-. Es una extraordinaria ocasión para profundizar en nuestra fidelidad a la Iglesia -a Pedro-, y en la vocación misionera de quien luchó con todo su empeño por una iglesia abierta a todos los pueblos -Pablo-, una invitación a desarrollar y cultivar nuestra misma vocación misionera.

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