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¿Quién es Jesucristo?


Domingo XXI del Tiempo Ordinario – Ciclo A


Pregunta importante para ayer, para hoy y para mañana. Es más, es la pregunta clave para dar sentido a la vida de cada persona. Muchos continúan haciéndose hoy esta pregunta porque, como en aquel siglo primero de la nueva era, en Palestina, a nadie deja indiferente. Unos le seguían y aclamaban como rey, otros le buscaban como hechicero, mago o arreglador de entuertos, otros ponían en duda su presentación como Mesías de Dios y le perseguían, otros le reconocían como Señor y Cristo, Dios encarnado para la salvación de los hombres. Embaucador, poseído por el demonio, profeta, maestro, Hijo de Dios… Desde entonces se han repetido las respuestas a la misma pregunta. Incluso hay quienes dudan que existiera realmente y no aceptan los testimonios históricos judíos y romanos, ni los testimonios de la propia Escritura. Para otros, más recientemente, fue el primer comunista, un revolucionario, un libertador social o simplemente fue un gran hombre que fracasó en el intento de establecer un mundo más justo y solidario.


Hoy las respuestas tampoco son tan diferentes, desde los ateos y los agnósticos a los que se consideran verdaderamente cristianos… Pero la mayoría de las respuestas no llegan a la raíz, porque a Jesucristo no se le entiende sino desde la fe. A tal pregunta no basta con responder desde lo que hemos leído o nos han dicho; es imprescindible una respuesta personal. ¿Quién es Jesucristo para mí? Como a los apóstoles, también a nosotros nos descoloca esta pregunta directa. Para responder hay que mirar hacia dentro, y escuchar una voz distinta a las que se escuchan por la calle.


Sólo es posible una respuesta adecuada… desde la fe, y por eso en función de nuestra respuesta descubriremos nuestra fe. La respuesta de Pedro -“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”- brota de lo alto y expresa una fe profunda, a pesar de la debilidad humana, como sabemos -esperemos a la semana próxima y descubriremos a ese Pedro humano y frágil-. Así se lo hace ver Jesús, y le cambiará el nombre, le otorgará el poder de las llaves, edificará sobre él la Iglesia, le hará roca. Era el designio de Dios, la misión para la cual le capacitará.


Dios elige a quien quiere, como quiere y cuando quiere… para llevar a cabo sus proyectos. Dios siempre ha elegido y suscitado al hombre oportuno para cada momento. Pedro hoy se llama Francisco y es mayor y es argentino; tiene el mismo poder de atar y desatar, la misma autoridad y la misma responsabilidad, la misma disposición de amar; la diferencia en la elección es puramente accidental: ésta fue en la Capilla Sixtina, en Roma, ante la espera de millones de telespectadores; aquella tuvo lugar en Cesarea y confirmada a orillas del lago ante solo ocho o diez personas, entre barcas, redes, arena y peces pescados milagrosamente por el poder de Cristo Resucitado. Y Pedro sigue hoy reuniéndose cada miércoles o domingo ante jóvenes y mayores que reciben su palabra orientadora, como los apóstoles del mismo Jesús. Y sigue abriendo, con “el poder de las llaves”, el cielo a todos y cada uno de los creyentes que quieran hoy, en sus vidas, aceptarlo como el Dios “rico en misericordia” que ama a sus hijos.

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