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Foto del escritorLuis Emilio Pascual Molina

¡Se ha hecho el día!

Domingo de Pascua – Ciclo B


Un viejo rabino preguntó en cierta ocasión a sus alumnos cuándo se podía decir que la noche había terminado y comenzado el día. ¿Podría ser -preguntó uno-, cuando al ver a un animal a lo lejos se puede distinguir si es oveja o perro? No -respondió el rabino-. Otro preguntó: ¿Será cuando al ver un árbol a lo lejos, se puede distinguir si es una higuera o un peral? No -volvió a responder el rabino-. Entonces… ¿cuándo es? -le preguntaron-. Es cuando al mirar a un hombre o a una mujer ves que es tu hermano o tu hermana; porque si no puedes ver esto es que todavía es de noche.


Muy de mañana, antes de salir el sol, María Magdalena se dirige al sepulcro; va a buscar un cadáver; la piedra está corrida y el cuerpo de Jesús no está. Esta mujer, que ha conocido en primera persona qué es el verdadero amor y cuál la potencia del perdón y la misericordia, se convertirá en la mensajera de la mejor noticia que nunca será dada: ¡La muerte ha sido vencida! “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, canta el salmo 117 que hoy repetiremos en los templos. Desde ese momento aquellos que “por miedo a la muerte estábamos de por vida sometidos a la esclavitud del pecado” (Hb 2, 15) podemos exultar, cantar, bendecir. Se han inaugurado los tiempos nuevos. “¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. ¡Ha resucitado!”


¡Cristo ha resucitado, y nosotros con Él!


Ha terminado la noche del absoluto vacío, del sin-sentido, de la desesperación, del odio y de la violencia. Ha sido rota la noche de la tristeza y del miedo al futuro, la noche de las esclavitudes y de los vicios. En esta noche se han sacudido conciencias, se engendran esperanzas, se alegran los tristes, se descargan las armas. En esta noche se reconcilian hermanos peleados por herencias, el avaro renuncia a su fortuna y comparte, se abren los ojos de los ciegos y se liberan tantos prisioneros de drogas e ídolos. En esta noche se reconstruyen matrimonios, se perdonan deudas, se olvidan antiguos rencores… y amanece la vida


Y todo esto es posible porque Nuestro Señor Jesucristo, subiendo al leño de la Cruz, y entrando en la muerte, ha vencido para siempre los poderes del mal. El grano de trigo enterrado ha dado fruto. En la noche del hombre se ha hecho el día: es Pascua de Resurrección


La Resurrección, por tanto, no es sólo recuerdo de una tumba vacía, ni siquiera la esperanza cumplida de la promesa hecha por Jesús a sus discípulos: se trata de una realidad que todos podemos experimentar si -como María, Juan, el ladrón arrepentido y aquel centurión que clavara la lanza en el costado de Cristo- nos dejamos regar de la sangre y del agua vertidas por Cristo, signos del Bautismo y la Eucaristía. 


“¡No he de morir! ¡Viviré para contar las hazañas del Señor!”.


¡Feliz Pascua de Cristo Resucitado!

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