Así pues, se trata de decir cosas buenas. No seas tan bobo como para quedarte asombrado del bien que hacen los demás sin darte cuenta de lo bueno que tú tienes. Eres parte del pueblo elegido. El Señor te ha dado un tesoro gigante, mucho mejor que lo que puedan tener todos esos famosos que admiras. No te equivoques.
Es cierto que la cultura griega tiene también cosas buenísimas. Y para que lo veas las voy a usar. Para demostrarte lo bueno que es lo que has recibido de tus antepasados voy a usar un género literario que es el que usa esa gente culta cuando quiere hacer lo propio. Es lo que se llama un elogio, o un encomio. Aristóteles y Cicerón lo usaron, pues también nosotros podemos. Si es algo bueno para hablar de una virtud, mucho más lo será para hablar de la Sabiduría que viene de Dios.
Y este género literario tiene su propia forma de funcionar. Y el autor lo sabe bien.
Primero viene un exordio, una introducción al tema. Ahí hay que tratar necesariamente de los adversarios. Antes de entrar en el núcleo del tema hay que ver lo que dicen aquéllos que se oponen a nuestra opinión, para poder así desmontarlo después. Una vez presentado el tema, y también a los enemigos, viene el elogio propiamente dicho. No es necesario que sea muy largo. Es bueno que se hable del origen, de la naturaleza y de las acciones propias de eso que estamos hablando. Hay que dar a conocer con exactitud sus bondades.
Y como tercera y última parte de toda una demostración. Hay que hacer un relato de acontecimientos reales, históricos, donde se pueda ver actuando la virtud o aquello de lo que estamos hablando.
Y así funciona este libro. El autor quiere explicarte lo buena que es la Sabiduría y para eso usa este modo de expresarse, este género literario, ya consagrado por el tiempo, y bien conocido por sus cultos lectores.
Por eso dije antes que todo está bien colocado, en su sitio. Porque cada pieza cumple una función en este engranaje.