(Sb 7,1-6)
Y llegamos al centro de nuestro libro, a lo más importante. Empieza de verdad el elogio de la Sabiduría. Hasta ahora el autor estaba llamando nuestra atención, trataba de despertar en nosotros el deseo de conocer eso tan maravilloso que llamamos Sabiduría. Y lo ha hecho, como buen maestro, con ejemplos concretos de personas.
Una vez que hayamos acabado el elogio propiamente dicho, a partir del capítulo décimo, lo que vamos a encontrar son las consecuencias. También con casos concretos y bien conocidos por todos los que escuchen el texto. En los acontecimientos de la historia se ve actuar la Sabiduría divina.
Una división del libro en tres partes. Y lo más importante está en el centro. Ya estamos acostumbrados a eso. Y ahora vamos al meollo. Una vez más lo más importante estará en el centro, más o menos.
Se trata de hablar bien de la Sabiduría, explicar qué es, de dónde viene y qué hace. Y eso es lo que vamos a llamar, otra vez, elogio de la Sabiduría (Sb 7,22-8,1). Esto es el centro del centro. Pero la Sabiduría es algo muy especial. Es un don, un regalo. Y viene de Dios. Así que lo importante no es conocerla lo más posible. Ni tampoco desearla, aunque esto sea imprescindible. Lo importante es pedirla. Así que todo el elogio desembocará, como una consecuencia lógica, en una larga oración en la que Salomón pide la Sabiduría, esto será todo el capítulo nueve.
Así que, aunque lo que está en el centro es lo importante, la consecuencia necesaria la vamos a encontrar al final. Nuestro autor siempre sorprende.
Dijimos en su momento que en este libro no aparece ningún nombre propio de persona. No sé si te acuerdas, pero de verdad que te lo dije. Al principio, cuando te hablaba sobre el autor del libro.
Al final del capítulo sexto, en el último texto que has leído, el autor empieza a hablar en primera persona: os explicaré qué es la Sabiduría (Sb 6,22). Pues ahora sigue hablando en primera persona, pero habla sobre sí mismo. En este primer párrafo casi no da muchos detalles sobre su vida. Más adelante sí que lo conoceremos de cerca. Por ahora le interesa dejar claro que está hecho de la misma masa que los demás, del mismo barro. Es un texto que nos podemos aplicar todos. Léelo, también está hablando de ti mismo.
También yo soy un hombre mortal como todos
y descendiente del primero, formado de la tierra.
En el vientre materno fue modelada mi carne,
2durante diez meses me fui consolidando en su sangre,
a partir de la simiente viril y del placer compañero del sueño.
3Al nacer, también yo respiré el aire común
y al caer en la tierra que a todos recibe,
lo primero que hice, como todos, fue llorar.
4Me criaron con mimos, entre pañales.
5Ningún rey empezó de otro modo su existencia:
6la entrada y la salida de la vida son iguales para todos.
El contenido es sencillo. Va a presentar un personaje. Pero antes de nada tiene que quedar muy claro que es igual que los demás. Tiene los mismos dones de naturaleza que el resto. Ha entrado a este mundo igual que los demás.
Al comienzo del texto que acabas de leer el autor usa una palabra que se puede traducir como el primero que fue formado. Es una palabra un poco extraña. De hecho, no se conservan textos anteriores a éste en los que se use el término. Así que, si tenemos que hacer caso a los textos que nos han llegado hasta nosotros, podemos decir que nuestro autor es el primero que la usa.
Es verdad que sabemos muy bien que a lo largo de la historia se han perdido muchísimas de las obras antiguas. Así que no sería justo afirmar sin más que el autor ha inventado la palabra, pero el dato es llamativo. Y, además, el autor la usa sólo dos veces en el libro. Y la usa en unos lugares importantes. Aquí, en Sb 7,1, marcando el principio del elogio propiamente dicho. Y luego lo encontraremos en Sb 10,1. Exactamente donde acaba el elogio y comienza la última parte del libro.
Creo que el autor domina suficientemente el idioma y sabe lo que está haciendo. Y sabe que al lector le va a chocar este término. No lo ha oído nunca. Y quiere marcar el centro del libro, lo más importante. Para que no te despistes. Atento. Vamos a hablar de algo que se formó al principio de todo.
Una cosa más y ya te dejo. Casi al final del texto que acabas de leer, como sin darle importancia, el autor nos dice algo sobre su vida. Nos dice que es un rey. De este tema ya hemos hablado desde el principio del libro. Hemos hablado de reyes y gobernantes que se creen poderosos. Y hemos visto cómo, en la hora de la verdad, se verán despojados de sus tronos, y otros ocuparán sus puestos, porque a ellos son a los que les corresponden de verdad.
Hemos visto hace poco alguna alusión al nuevo sistema de poder que se acaba de instaurar en Alejandría. Un solo hombre acumula en su persona todo el poder sin ninguna restricción. Y además se hace llamar a sí mismo “salvador del mundo”.
Pero eso no importa. Si no hay Sabiduría esa realeza es efímera, como el humo.
Así que vamos a ver un rey, pero un rey de verdad.
Como ya nos tiene acostumbrados nuestro amigo, para que podamos aprender algo lo mejor es verlo realizado en una persona concreta. Así que es todo un rey el que nos está hablando. Ni más ni menos. Atento.
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