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Vivir como resucitados

Domingo II de Pascua - Ciclo C


Las puertas de la casa estaban cerradas, y el Señor entra. Y lo más importante: ¡entra en sus corazones, cerrados todavía por la duda y el miedo! Pero falta Tomás, viva imagen del hombre actual, de ti y de mí, que necesita “ver para creer”. Y no sólo ver, sino también tocar y palpar las llagas, por si se tratara de una “alucinación”. Pero hay un detalle significativo para los tiempos que vivimos: aunque no creía en la resurrección de Jesús, Tomás no se separó de sus hermanos; a pesar de su incredulidad siguió junto a los suyos. Tomás, unido a la Iglesia -unido a Pedro y a la comunidad- tuvo el encuentro que su fe débil necesitaba; porque sólo se habría perdido. La fe es un don gratuito, y crea solidaridad y alegría en el compartir. No podemos dejar que tantos que empezaron o recorrieron un trecho importante en el seguimiento del Señor con nosotros, y ahora están a la expectativa, se pierdan; tantos que desean en su corazón encontrar verdadera paz, alegría y gozo, sentido y esperanza. Así nos hablaba, hace ahora 9 años, el Papa Francisco: “¡Él es la vida! Si hasta ahora has estado lejos de él… da un pequeño paso: te acogerá con brazos abiertos. Si eres indiferente… acepta arriesgar: no quedarás decepcionado. Si te parece difícil seguirlo… no tengas miedo, confía en él, ten la seguridad de que él está cerca de ti, está contigo, y te dará la paz que buscas y la fuerza para vivir como él quiere”. Estas palabras cobran hoy un significado especial, y son un homenaje al Papa que ayer despedíamos con dolor, pero con profunda gratitud.


Hay razones para resucitar, tantas como hermanos nuestros necesitados del encuentro con el Resucitado. De nosotros, de nuestra actitud de resucitados, depende que este encuentro sea posible. Después, en su libertad, ellos podrán experimentarlo y dejarse seducir por la misericordia de Dios… ¡o no!


Transcribo ahora una oración litánica para el tiempo de Pascua. Indica cómo la iniciativa y la obra es de Dios, pero también que nosotros somos imprescindibles en su realización, porque Dios así lo ha querido: “Sólo Dios puede crear… pero nosotros revalorizar lo que ha creado. ¡Aleluya! Sólo Dios puede dar la Vida… pero nosotros podemos transmitirla y defenderla. ¡Aleluya! Sólo Dios puede dar la Fe… pero nosotros podemos dar testimonio de ella. ¡Aleluya! Sólo Dios puede infundirnos Esperanza… pero nosotros podemos devolverle confianza. ¡Aleluya! Sólo Dios puede dar el Amor… pero nosotros podemos mostrarlo a nuestros hermanos siendo caridad. ¡Aleluya! Sólo Dios es plenamente alegre… pero nosotros podemos sonreír. ¡Aleluya! Sólo Dios puede otorgar la Paz… pero nosotros podemos vivir unidos. ¡Aleluya! Sólo Dios puede dar fortaleza… pero nosotros podemos ser el apoyo y consuelo de muchos. ¡Aleluya! Sólo Dios es el Camino… pero nosotros podemos enseñarlo a otros. ¡Aleluya! Sólo Dios es la Luz… pero nosotros podemos ser su lámpara. ¡Aleluya! Sólo Dios puede hacer milagros… pero nosotros podemos llevar cinco panes y dos peces. ¡Aleluya! Sólo Dios puede hacer lo imposible… pero nosotros podemos hacer ‘todo lo posible’. ¡Aleluya! Sólo Dios puede bastarse a sí mismo… pero ha preferido necesitarnos a nosotros. ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!”.


¡Feliz Pascua de Cristo Resucitado! ¡Feliz Domingo de la Divina Misericordia!

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