Soy Raquel Campuzano Contreras, tengo 18 años y he hecho el Camino de Santiago con la Pastoral Universitaria de la Diócesis de Cartagena.
Te dejo pinceladas de mi Camino de Santiago, y te animo a que cuando hagas el Camino de Santiago lo hagas con tu familia, la Iglesia, porque es con quienes de verdad disfrutas, es de quienes más aprendes y son los que más dejan huella para tu caminar en el verdadero camino que es la vida.
El Camino de Santiago ha sido una maravilla, el caminar acompañado, cada día un regalo, la llegada a Santiago, la Misa en la Catedral, y la visita a la tumba de Santiago Apóstol, ¡en su conjunto todo un regalo lleno de Dios!
De este camino me llevo amistades, gente buena de corazón. ¡Y de qué buen corazón! personas que están ahí cuándo las necesitas, que están ahí para compartir, para reír, para llorar, para hablar, para cantar, para rezar, para escuchar, para abrazar, para curar heridas tanto físicas como espirituales, para cocinar, para organizar un precioso y completo viaje (el Camino de Santiago), para preparar juegos y mantenerte entretenido, para celebrar Misa y horas Santas, (de las mejores, por cierto) para perdonarte y para amarte.
Me llevo recuerdos maravillosos, o bien recuerdos de una mirada cálida o recuerdos de un burro, una gallina, un pavo, el regalo de una flor…
Me llevo consejos para mi vida, como este: Merece la pena con alegría siempre seguir hacia adelante, no rendirse nunca y apoyarse en Dios en todo momento.
¿Para qué rendirse? Si es que Dios si quiere algo de nosotros nos va a dar la fuerza para conseguirlo, Dios nunca pierde batallas. Es muy importante servirse de su gracia porque es un regalo gratuito que nos da siempre, y la gracia es el alimento para el alma, el mejor alimento que hay, es la gasolina que necesitamos para ir al cielo.
Otra cosa que me llevo es “el volcarse en los demás”, en sus preocupaciones y necesidades, como tantas personas han hecho, gracias. "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos" he visto y experimentado ese amor hacia mí y hacia otros y me llena de gozo. Hay gente que ha dado "la vida" (su fuerza, su tiempo) “al otro” de tantas maneras como algunas de estas: los que estuvieron cuando habían ampollas, enfermedades; los que estuvieron para no dejar a ninguno solo por el camino; los que se dejaron su hombro para que otros se apoyasen en él; los que empujaban a otros para que subiesen con menos dificultad las cuestas del camino, los que a pesar de su cansancio se desvivían por otros, gracias a todos de corazón.
Os dejo otro consejo muy fundamental y es: llevar a María (a través del rosario, y de tantas maneras) a todas partes, ¡incluso a Galicia!
María ha sido la que iba con nosotros de manera discreta, discreta pero protectora y con nosotros siempre, como una buena madre que siempre, de alguna manera va con nosotros. Merece la pena rezarle, hacerla estar, porque ella quiere estar con nosotros, rezar el Rosario, cantarle alguna canción, mirar su imágen, amarla y darle gracias.
Otro ser maravilloso que parecía no tan visible pero ha sido visible en el sentido de que hemos sobrevivido todos los que hemos ido al Camino de Santiago, y que tanto necesitamos es nuestro Ángel de la Guarda. Los Ángeles de la Guarda son maravillosos, sin ellos, sin su protección no saldríamos hacia delante, son “la gran ayuda de Dios”. Me hice una foto con una estatua que representaba a nuestro Ángel de la Guarda, nuestro Ángel protector y llevaba un bastón, como si nos acompañase en el camino o como si llevase un peso nuestro, y es verdad, el Ángel de la Guarda nos acompaña, nos guía, nos protege, es el guardaespaldas que nuestro padre Dios nos ha regalado, así que hemos de dirigirnos a nuestro Ángel, hablarle, pedirle y decirle que le queremos, que le agradecemos, que no nos deje caer y que nos levante siempre.
Y me llevo también un mensaje grandísimo que es que Dios nos ama con una inmensa locura, a través de vuestro corazón he sentido el amor que Dios me tiene, muchas gracias.
Sentirse amado por Dios es que se pare el tiempo, es sentirse lleno, completo. He sentido a Dios a través de un abrazo, una caricia, palabras que consuelan, una confesión, una hora santa, una mirada, un agradecimiento (que sentía que no merecía), un elogio (que tampoco sentía merecedero), a través del servicio que he recibido, a través de las esperas en el albergue, dónde nos esperabais con ganas a los últimos que llegábamos y nos recibíais con aplausos y sonrisas, y a través de las esperas para irnos juntos a algún sitio, cuando esperabais a los últimos, aunque fuéramos últimos éramos de la "familia" y eso se tenía que notar, vosotros lo hicisteis notar.
De verdad, gracias, es cierto que volví muy cansada, pero aún cansada si me preguntabas qué tal me lo había pasado te iba a decir que muy bien con una sonrisa, ¡es que sentí el amor de Dios! ¡Ha merecido la pena, es que con Dios siempre merece la pena!
Gracias por acompañarme en estos días que forman parte del Camino de mi Vida. Se os quiere mucho familia, cómo se nota que Dios es nuestro padre, me siento siempre muy querida y muy mimada. Por muy pequeño que seas en la familia de la Iglesia no se te va a despreciar, porque para Dios no eres una carga y nunca lo vas a ser, él solo desea que te acerques con tu pequeñez y que te dejes abrazar por él.
Dios te dice esto a ti: "Y tiemblo al imaginar cuando llegues al cielo, costará respirar en el abrazo que nos daremos" (Un segundo, Hakuna).
Quiere abrazarte ahora, a través de su gracia, que proviene de la Iglesia, que es la intermediaria/la conexión entre Dios y los hombres, ve a la Iglesia, déjate abrazar por él y no pierdas la ilusión porque Dios no la va a perder jamás en ti, tiene algo especial para ti, él te quiere en el cielo.
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