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El examen final

Solemnidad de Cristo Rey – Ciclo A


Ha acabado la época de exámenes extraordinarios, o parciales, para los alumnos universitarios: unos esperan, en esta convocatoria, superar alguna asignatura pendiente; otros esperan poder “quitarse” parte de la materia de cara a los exámenes finales; una oportunidad que el sistema educativo les ofrece. Pero hay “otro examen” -diario- que se me antoja más importante. Nos lo enseñaron desde pequeños y se realiza al concluir el día: es el “examen de conciencia”. Necesario para reconocer las equivocaciones y los errores en nuestros actos, puede ser camino previo a la reconciliación sacramental, pero también útil para comprobar, y en su caso aceptar, que el día que acaba ha sido bien una oportunidad ganada en muchos aspectos -obras de caridad, aciertos en las relaciones o en el trabajo, experiencias positivas vividas que me han ayudado a crecer...- o bien una oportunidad perdida en otros muchos -desencuentros, enemistades, errores, fracasos…-. Lo interesante es que, bien empleado, este examen nos acabe invitando a la superación, a desear que el día que comenzará mañana sea mejor.


Pero todavía queda un examen que superar, el más importante, en el que nos jugamos nuestro propio fin, el destino eterno, y que no será decidido arbitrariamente, sino que su resultado será consecuencia de nuestros actos: felicidad y resurrección con Cristo si hemos vivido según las pautas del evangelio, o lejanía de Dios, sufrimiento y la infelicidad, si no lo hicimos. Ya lo decía allá por el siglo XVI San Juan de la Cruz al afirmar que “al atardecer de la vida seremos examinados en el amor”.


Hoy es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, y último domingo del Año Litúrgico. ¡Cuántas veces dijo Jesús a los discípulos que la razón de ser del amor era servir a los hermanos!: “No he venido a ser servido, sino a servir”, “No hay mayor amor que dar la vida por los amigos”, “El que quiera ser el primero, el jefe, sea el último, el servidor de todos”. Hoy, para culminar todas estas enseñanzas, el evangelio de Mateo nos presenta el día glorioso de la vuelta del Señor como Señor y Juez de las naciones y de cada uno de nosotros. Y nos juzgará según nuestro comportamiento con el hermano necesitado, con el que el mismo Jesucristo se había identificado -“conmigo lo hicisteis… conmigo no lo hicisteis…”-. ¿Has servido a tu hermano? ¿Estuviste atento o solícito ante sus carencias? Ésta será “la pregunta del examen final. “Estuve desnudo, estuve enfermo, fui prisionero, tuve hambre, tuve sed, fui extranjero… y me socorriste… y te hiciste cercano, y te encontré… y en ti encontré al Amor”. Así nos reconocerán ante Jesucristo “los que aquí ayudamos”, o -al contrario- esos mismos nos dejarán en evidencia porque “no lo hicimos”.


Todo examen es tiempo de prueba y comienzo de una nueva etapa, en función de cómo hayan sido los resultados. Aprovechemos esta última semana del año para hacer una seria evaluación, y dispongámonos a comenzar, en el ya cercano Adviento, un nuevo Tiempo de Esperanza.

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