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El viento del Espíritu

Vas remando en una barca… Avanzas, pero poco a poco y con mucho esfuerzo. Despliegas las velas… El viento empuja la barca y vas más aprisa. La barca es tu vida; vas remando con esfuerzo hacia la meta, hacia el ideal: ser más, hacer más bien, ser buena persona. ¡Despliega las velas!... El Espíritu, como viento fuerte, te moverá y te hará avanzar más rápido hacia el amor.


Hoy es Pentecostés: la fiesta del Espíritu. En el primer Pentecostés había doce apóstoles en torno a María la madre de Jesús. Aquello fue una fiesta; gentes, lenguas, culturas y nacionalidades entendían un mismo lenguaje: las maravillas de Dios. No era una docena de líderes voluntaristas que, a base de talento y decisión, habían resucitado a Cristo y se proponían ahora aniquilar el pecado del mundo. Eran doce cobardes, pobres, incultos y pecadores, a quienes Dios había hecho testigos sorprendidos de las maravillas culminadas en la Resurrección. No podían callar lo experimentado en sus vidas: un “poder” nuevo que perdonaba los pecados, creaba comunión y ponía alas en los pies para salir a proclamarlo. “Como el Padre me envió, así también os envío yo... Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados...”.


¿Por dónde nos quiere llevar hoy el viento del Espíritu? Pues por los mismos caminos de aquel primer Pentecostés, que partiendo de Jerusalén -“kilómetro cero” de la andadura misionera y evangelizadora- llevó a los primeros seguidores del Señor por todo el orbe. Hoy, como entonces, podemos individualizar cuatro destinos. Atenas: es el ámbito del pensamiento, la cultura y el saber, la atmósfera en que a menudo crece la increencia, el agnosticismo o la indiferencia religiosa, nuevos areópagos donde entablar el diálogo racional y creyente. Jericó: el camino que nos conduce hacia el apaleado, el caído, el marginado y empobrecido; camino que siempre nos llevará junto a las víctimas de las mil y una injusticias, de los mil y un dolores que afligen a la humanidad. Roma: aquellos núcleos donde se gestan las decisiones sociopolíticas de nuestro tiempo, como se gestaban las de entonces; son las asociaciones, sindicatos, los partidos políticos... Y Emaús: simboliza el camino del cansancio, el desaliento, el escepticismo, la frustración o el desengaño respecto a todo lo religioso; ¡cuántos -Dios mío- cercanos a nosotros se encuentran aquí!


Y en definitiva… todos los caminos, porque siguen siendo muchos los hombres y mujeres que o no conocen esta Buena Noticia o vagan sin sentido por este mundo. Y…, ¿cómo lo van a conocer y encontrar si no hay quien los oriente?


¡Vale la pena dejarse conducir por el Espíritu! Sé valiente y no te desanimes si alguna vez, habiendo decidido navegar mar adentro, has plegado velas y has remado con desilusión hacia la orilla. Quizás te has vuelto atrás asustado cuando no has visto tierra -la tierra de tus seguridades de la que has partido- o cuando se ha levantado ante ti alguna tempestad. ¡Ten ánimo! ¡Déjate guiar y conducir por Él, y Él hará de tu vida algo verdaderamente maravilloso!

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