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Identificando la profesionalidad

Jueves con E. Lavaniegos 01


El término “profesión” procede de la doble raíz latina pro / fero-latum. Literalmente, “poner a favor de”. Desde este punto de vista, profesionista es quien defiende una idea, propone un valor, oferta una manera de ver y vivir la realidad, se pone al servicio. Este concepto es aplicable a las profesiones liberales, pero también a los diversos oficios.


Efectivamente, el profesionista propone unos valores y unas ideas, desde esta postura se bosqueja su deontología o ética profesional; pero el artesano, el técnico, el trabajador, también proponen un valor no menos trascendente. Esta propuesta la hacen más con su modo de vivir, que con su actividad. Por ello en adelante vamos a hablar más bien de profesionalidad, incluyendo ambos ámbitos. La profesionalidad puede ser vivida desde diversas perspectivas:

  1. Hay quien la reduce a una ocupación, o a un empleo, o aún a una fuente de recursos económicos. Esta forma de vivir la profesión es humanamente pobre. Entonces ocupa el centro de las motivaciones el interés, la necesidad de sobrevivir o de entretenerse. Muchas personas pretenden sobrevivir a partir de una profesión. En este caso la profesión ocupa sólo el tiempo que la persona dedica al trabajo.

  2. Hay quien la vive como una especialización que cualifica a la persona y por ello un camino de realización personal. Cuando la profesión se vive desde esta perspectiva se privilegia el gusto, la inclinación personal, las aptitudes y capacidades. La persona tiene la impresión de estar haciendo un aporte al entorno. Sin embargo el yo permanece aún en el centro. La persona dedicará a la profesión el tiempo que dure su personal interés o afición.

  3. Hay otros que ejercen su profesión como un servicio a los demás y especialmente a quien pasa alguna necesidad. Esta es una perspectiva altruista, porque en el centro de las motivaciones se halla la necesidad de los demás. La profesión comprendida como servicio exige una dedicación a fondo, precisamente para servir mejor. Es lo que se ha dado en llamar “vocación de servicio”.

  4. La profesionalidad puede ejercerse, al fin, desde una opción preferencial o prioritaria, en la que se privilegia una necesidad especialmente desatendida o urgente. No solamente se ha elegido el servicio, sino el servicio más necesario en un contexto determinado. En este caso la profesión pide la dedicación de toda la vida, a favor de una causa.

La definición que hemos dado de profesión: “poner a favor de…» se aplica en cada una de las cuatro perspectivas señaladas, pero de modo cada vez más profundo. La última manera de vivir la profesión parece responder más plenamente a la verdadera naturaleza de la profesión. Cada una de estas maneras de ver engloba e interpreta las anteriores cada vez más humana y lógicamente.


Una forma de vida es un modo o estilo estable de vivir que adopta la persona y marca el camino de su relación con el mundo y con los demás. Las formas de vida son realidades humanas, existen en todas las culturas, pero pueden ser interpretadas también desde el punto de vista cristiano. La profesión es una forma de vida porque determina el camino concreto por el cual una persona es capaz de transformar el mundo y la sociedad. Las formas de vida son necesarias porque ofrecen un camino para el desarrollo de la personalidad. Mediatizan los valores haciéndolos practicables. La profesionalidad es un camino para vivir valores en la práctica.


La profesionalidad exige el desarrollo de la personalidad. Las capacidades del hombre se humanizan cuando llega a convertirlas en habilidades y más aún cuando esas habilidades se cultivan con una intención, como el servicio a los demás. La habilidad es cotizada en el ámbito laboral. Nos damos más cuenta de que lo importante no es retener muchos datos, sino tomar decisiones en la práctica. En las universidades cada vez se insiste más en las habilidades prácticas y menos en la simple comprensión y repetición de conceptos. Hay más relación entre las necesidades reales del mundo y los programas de estudio.


Pero más apreciable aún que la habilidad es la virtud. La virtud se ordena al bien en un sentido más profundo que la habilidad; al propio bien y al de los demás. La virtud es la base para el desarrollo de las habilidades. Se puede definir como la disposición de la persona para obrar el bien y evitar el mal. Si la habilidad es más o menos tasable por medio de un sueldo, la virtud hay que considerarla impagable, porque ofrece el bien gratuitamente. La parte más importante que el hombre pone en el ejercicio de su profesión entra en la dimensión de lo gratuito y del bien. El ejercicio profesional enriquece las virtudes de la persona.


Además, está la dimensión del trabajo. La profesionalidad dice relación tanto a los valores como al trabajo diario. El trabajo es un ámbito de expresión de la vida moral y espiritual y a la vez clave de la identidad personal, sobre todo en algunos momentos de la vida. La profesión no es sólo para el trabajo, pero trabajar ilustra el sentido y el valor de la profesión. Hoy que es frecuente el desempleo, se siente con intensidad la profunda relación entre trabajo y profesión. El amor al trabajo y la laboriosidad son virtudes que fundamentan el ejercicio de una profesión u oficio.

 
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