top of page

No tengáis miedo

Domingo XII del Tiempo Ordinario – Ciclo A


Por tres veces se repiten estas palabras en el evangelio de hoy. Jesús se dirige a los apóstoles y les anima ante la persecución, ante el sufrimiento. Les exhorta ante las dificultades, que tantas veces provienen de dentro de nosotros mismos -incapacidades, debilidades, carencias, frustraciones, miedo al fracaso…-, pero que otras muchas veces vienen de la sociedad, del ambiente que nos rodea, que no nos ayuda a ser fieles a la voluntad divina, sino todo lo contrario; y nos arrastra, nos seduce, o nos margina.


Las persecuciones y las dificultades suscitan en nosotros el miedo. El miedo es nuestra condición existencial: nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte; el niño tiene miedo, el adolescente tiene miedo, y también el adulto. ¿Qué es el miedo?: es un sentimiento de angustia ante la proximidad de algún daño real o imaginario; miedo es también recelo de que suceda lo contrario de lo uno espera. Nos pasamos la vida temiendo algo, y es porque nos adelantamos a los acontecimientos; no sabemos esperar. Nos pre-ocupamos, en lugar de ocuparnos. Porque si una situación puede solucionarse ocupémonos en ello; y si no se puede solucionar entonces aceptemos sus consecuencias, aprendamos de ellas, y continuemos adelante. Lo importante, por tanto, no es el miedo en sí, sino “poder y saber vencer el miedo”: esto es el “valor”. Miedo tiene el torero, pero se enfrenta al toro; miedo tiene el cantante ante el público -miedo escénico- pero lo vence en su actuación…


Miedo podemos sentir nosotros al ser fieles a Dios en la vida y la palabra del día a día, porque a menudo sentimos el desprecio, la marginación, o el insulto, cuando no la infamia y la difamación. El profeta Jeremías, el apóstol Pablo, y hasta el mismo Jesús nos dan ejemplo de valentía para anunciar y denunciar, sin miedo a las consecuencias políticas, sociales o de cualquier otro tipo. Jesús nos lo dice hoy a nosotros “No tengáis miedo” en sufrir por dar testimonio de la Palabra de Dios.


Tres razones nos da hoy Jesús para no tener miedo. Una: porque no hay nada que ocultar; todo lo escondido sale a la luz; no somos ladrones en la noche temerosos de ser descubiertos, sino testigos transparentes del Señor. Dos: porque las persecuciones y maledicencias podrán matar el cuerpo, pero no el espíritu, ni las convicciones, ni el ser profundo del hombre. Tres (y principal): porque Dios es el único Señor de la vida y vela y defiende a sus criaturas; “Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?”, que dirá San Pablo.


Para quien va “de propaganda” en la vida es lógico temer al fracaso, la burla o el menosprecio; pero “el evangelizador” no teme, porque su misión surge de una intimidad con el Señor que conduce a anunciarlo y testimoniarlo con “parresía”, con fuerza, para hacer partícipes a los demás de su felicidad. Ahí, entonces, ya no hay temor, sólo y exclusivamente amor a los hombres.

bottom of page