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Amar al prójimo, sanar al prójimo

El curso se acaba, una vez más, y los estudiantes nos abandonáis. Este año hemos dado, Gracias a Dios, un gran paso hacia la tan ansiada “normalidad” que tanta falta nos hace y la actividad formativa en los centros sanitarios ya vuelve a ser lo que era.


Si bien la formación académica es fundamental, para los profesionales sanitarios, en todas las especialidades, la formación práctica supone el encuentro decisivo con aquello a lo que de una u otra forma hemos sido llamados. Es la puerta de entrada a ese mundo que hemos elegido para nuestro desarrollo profesional y personal, en definitiva, donde queremos vivir y trabajar. Es a pie de cama donde realmente vemos si estamos en el buen camino o tenemos que cambiar el rumbo.


A trabajar se aprende trabajando y seguramente es aquí donde mejor se demuestra.

Custodiar la salud del cuerpo, a veces también la del alma, no es una tarea menor. Ayudar a nacer, a vivir y a bien-morir cuando sea necesario, o qué hacer cuando “ya no hay nada más que hacer” forma parte de nuestro día a día. La enfermería, muy bien definida como arte y ciencia desarrolla todo eso y bastante más. Pero sería un error pensar que podemos afrontarlo desde una perspectiva simplemente “laboral”.


Trabajamos con personas, muchas veces en situación de vulnerabilidad y eso requiere, para hacerlo bien, un extra de entrega y de generosidad, requiere nada más y nada menos que la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Para los que somos creyentes, lo que estudiamos como “empatía” no es otra cosa que el amor al prójimo llevado a la práctica. Es la capacidad de contemplar al otro como algo propio y de hacer nuestro su dolor. Sólo de esta forma podemos llegar en realidad a serle útiles. Para los no creyentes sería simplemente asumir que en algún momento ese “otro” voy a ser yo, sólo es cuestión de tiempo.


Un buen trato al paciente es tan importante como un buen tratamiento y el buen trato deriva siempre de esta capacidad.

Valorar y agradecer la vida como un regalo, desde el principio hasta su fin nos coloca en la ubicación correcta desde la que ejercer nuestra profesión como servicio.

Para mí, la profesionalidad, en este ámbito, no tiene secreto alguno. La fórmula magistral nos la dieron hace ya dos mil años: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.

¿Difícil?, muchas veces sí.

¿Utópico?, no. Sólo requiere una mirada distinta.


Felices vacaciones a los que termináis el curso, y enhorabuena a los que ya acabáis la carrera y os incorporáis por primera vez al trabajo. No olvidéis que somos lo que hacemos.


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