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Debilidad y salvación del hombre

(Sb 9,13-18)


Vamos a la tercera parte de la oración, el final de este bello texto. Lo más importante está en el centro, como de costumbre. Esto es como la conclusión, tampoco está mal la cosa.


Sigue hablando Salomón, pero ya no va a hablar de él. Sabemos que Salomón está presentado de tal modo que podamos ser también tú, y yo. También nosotros tenemos que hacer obras, obras en las que pueda residir la presencia de Dios.


También nosotros somos reyes que tenemos que organizar nuestro mundo para que en él pueda brillar la gloria de Dios. Y por eso necesitamos que nos eche una mano la misma que le ayudó a Él cuando hizo su gran obra, la Creación.


Este texto además es el final de una parte del libro. Con esto concluye todo el elogio de la Sabiduría y ya pasamos a la parte final del libro. De esto hablaremos más adelante. Pero el autor ya nos va abriendo camino, como lo ha hecho varias veces en lo que llevamos de libro.


También en esta tercer estrofa encontramos una invocación para que Dios mande su Sabiduría. Esta es la menos explícita de las tres, de hecho, está expresada en oraciones negativas (cfr. Sb 9,17).


Lee los pocos versículos que nos quedan de esta oración.


Pues, ¿qué hombre conocerá el designio de Dios?, 

 o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? 

14Los pensamientos de los mortales son frágiles 

 e inseguros nuestros razonamientos, 

15porque el cuerpo mortal oprime el alma 

 y esta tienda terrena abruma la mente pensativa. 

16Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra 

 y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, 

 ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, 

17¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría 

 y le envías tu santo espíritu desde lo alto? 

18Así se enderezaron las sendas de los terrestres, 

 los hombres aprendieron lo que te agrada 

 y se salvaron por la sabiduría


¿Te acuerdas de que en el párrafo anterior el autor nos hablaba de que las obras de Dios han de serle agradables?


Pues aquí va a hablar de eso, pero con más profundidad. Lo importante es que tus obras sean según sus designios. Este término aparece al principio y al final del párrafo (cfr. Sb 9,13.17). Conocer la voluntad de Dios, lo que quiere el Señor (Sb 9,13).


Este tema podría parecer que estaba resuelto para un judío. Lo que Dios quiere es que escuche la Ley de Moisés y la ponga por obra. El Señor me la ha querido dar para que no tenga que marearme mucho, para que la tenga cerca de mí (cfr. Dt 30,11-14).


Pero aquí estamos hablando de algo más. No se trata sólo de una serie de normas que cumplir en la vida diaria, sino de un conocimiento más profundo de lo que Dios quiere que haga. Y, sobre todo, de un cambio interior que me capacite para poner por obra esa voluntad. No sólo estamos hablando de conocimientos.


En los profetas ya se empieza a ver esta necesidad de un cambio interno que me capacite para poder cumplir lo que Dios quiere: pondré mi espíritu en vuestro interior y haré que caminéis según mis leyes (Ez 36,27).


Pues de eso estamos hablando, de un cambio de toda la persona que te permita que tus obras se hagan según Dios, cumpliendo su voluntad. De por sí el ser humano es muy débil. Este tema ya lo hemos tratado anteriormente. Pero aquí se detiene en ello.


El alma del ser humano es muy débil para poder acercarse al conocimiento de la voluntad divina. Y a eso se le une un cuerpo hecho de materia, que la hace aún más pesada. Más difícil todavía poder llegar a comprender las cosas de allá arriba. El cielo está muy lejos para subir yo.


Tiene que bajar alguien que entienda bien las cosas de Dios, que sepa cómo se hacen, que las haya visto hacer, a ser posible. Y ella me lo enseñará. Más todavía, me hará capaz de hacerlas yo también en mi vida cotidiana.


En este párrafo se nos vuelve a hablar de la Sabiduría llamándola Espíritu Santo (Sb 9,17). Esta forma de llamarla sólo aparece una vez más en todo el libro. La encontramos casi al principio de todo (Sb 1,5).


Igual piensas que es una manía de estudiosos que quieren que todo le cuadre y que se inventan las cosas. Pues puede ser. Pero la verdad es que este autor nos tiene acostumbrados a que todo esté bien puesto, cada cosa en su sitio. Y si sólo dos veces llama a la Sabiduría con esta denominación, tan llena de sentido, es que algo nos quiere decir, pienso yo.


El mismo término se repite al principio y al final de un texto, los que saben de estas cosas llaman a esto “inclusión”. Es el modo de marcar las divisiones dentro de un libro. Cuando se escribió este libro no existían títulos, ni divisiones por párrafos, ni tan siquiera puntos o comas. Por supuesto tampoco capítulos y versículos. Todo eso vino mucho después. De algún modo había que indicar que se acababa una parte y empezaba otra. Yo creo que de esto se trata.


Se acabó, por así decir, la primera parte, la parte teórica, los primeros nueve capítulos del libro. A partir de ahora vamos a ver esto mismo, pero puesto en práctica en la vida de los hombres. Es un cambio grande y de eso nos quiere avisar.


Una cosa más y ya acabo. El último versículo de este párrafo nos explica las consecuencias que tiene la Sabiduría en la vida de los hombres. Y nos lo explica con tres verbos que están en pasado, lo que en español solemos llamar pretérito perfecto simple: fueron enderezados… fueron enseñados… fueron salvados (Sb 9,18).


Están en voz pasiva. No es muy normal usar la voz pasiva en español, a nosotros nos cuesta trabajo. Pero en griego es algo muy normal. En la Escritura muchas veces se usa la voz pasiva para hacer referencia a Dios como sujeto, la suelen llamar “pasiva divina”. Es Dios el que endereza, el que enseña y el que salva. Es un modo normal de hablar en la Biblia. Y todo eso en el pasado. Dios ya ha empezado a actuar y ha salvado a los hombres. Eso es algo normal para nosotros. Bien sabemos que Cristo es nuestro Salvador y Él nos ha sacado del pecado, nos ha mostrado al Padre y nos ha convertido de pecadores en santos.


Ya, pero es que en el libro de la Sabiduría estamos todavía en el Antiguo Testamento, no lo olvides. Nuestro autor ya descubre acontecimientos de salvación en la historia que le precede. Sabemos que eso sucederá por completo en la plenitud de los tiempos, cuando Dios se haga hombre. Pero ya ha empezado a suceder antes.


Ellos son los justos de la Antigua Alianza, las primicias de la salvación. A partir de ahora vamos a hablar de ello. Vamos a ver cómo la Sabiduría divina ha cambiado a los hombres que la han recibido y los ha hecho capaces de comprender y de cumplir la voluntad de Dios.


Atento. Nos metemos de lleno en la historia. Vamos a aprender un montón de cosas, ya verás.


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