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El Evangelio según san Marcos

La vida de Jesús narrada como un «primer anuncio»


He aprendido con este evangelista que el primer anuncio no es una estrategia, es una actitud que implica en primer lugar al propio discípulo misionero: sabiendo narrar a Jesús siempre estaremos dispuestos a superar los fracasos y desánimos, y a mirarle de nuevo en la cruz. La actitud misionera, el primer anuncio, es un camino de renuncias, bien lo experimentó el mismo San Marcos.



1. El «evangelio tetramorfo»


Así se llamaba a los cuatro evangelios en los antiguos manuscritos y así fueron representados ampliamente en la historia del arte: como han culminado recientemente las cuatro torres que rodean la torre de Jesucristo en la Sagrada Familia. Esta es la forma en que la Iglesia apostólica recibió los cuatro evangelios, la expresión de un único evangelio en cuatro formas.


Estos cuatro escritos fueron llamados «evangelios» porque contienen lo esencial del anuncio cristiano, un anuncio que ya había generado una tradición oral con palabras de Jesús y la narración de su pasión, y es muy posibles que hubiera también algunos escritos que facilitaban la conservación y actualización de este anuncio, o kerygma cristiano. Por tanto estos evangelios se fueron escribiendo a partir de tradiciones anteriores, orales y escritas, queriendo componer biografías de Jesús en el sentido antiguo de «biografía», que presentaba a alguien con una vida digna de ser presentada e imitada. Es importante valorar justamente esta tradición de la que parten los evangelios, pues la tradición oral comienza con el mismo Jesús, que en Galilea envía a sus discípulos para que compartan su misión, enseñando lo que él les ha transmitido: con sus mismas palabras y su estilo.


Este proceso que culmina en el «evangelio tetramorfo» comienza con el evangelio de San Marcos. Este evangelista fue inspirado para componer esta primera narración biográfica sobre Jesús y llamarle «Evangelio», Buena Noticia. Y los otros tres le siguieron, releyéndole y completando con otras tradiciones. El mismo evangelio de San Marcos, en este proceso en el que se fueron escribiendo y copiando los otros tres evangelios, pudo tener varias ediciones mientras se copiaba y se enviaba a las distintas comunidades a través de los discípulos misioneros. Así pudo completarse el primer final de 16,8 con las apariciones de Jesús resucitado (16,19-20).



2. Según San Marcos, el primero.


Este autor seleccionó, ordenó y reelaboró, disponiendo todo de manera original para componer un relato centrado en la vida pública de Jesús. Es un gran narrador que dispone la tradición recibida con coherencia y con una clara intención: ser el primero en componer un relato biográfico sobre Jesús que concluye con el relato de su muerte y el sepulcro vacío, que es la clave para entender a Jesús como Mesías, y comprender el verdadero significado de ser sus discípulos.


A este relato San Marcos le llama «Evangelio», una palabra que era ya usada en la predicación cristiana para referirse al primer anuncio (1 Cor 15,1-8: «Os recuerdo hermanos el Evangelio que os anuncié…»), pues Jesús viene presentado como la «Buena noticia de Dios»: él mismo es esta buena noticia o Evangelio. No podemos olvidar que lo más importante de esta primera predicación era la narración de la pasión y muerte y su significado de salvación para todos, y se fue ampliando con el tiempo con resúmenes de su actuación y posterior glorificación, como los que encontramos en los discursos de los Hechos de los Apóstoles (Hech 10,37-43). San Marcos inaugura un modo nuevo de contar a Jesús, de «biografiar» a Jesús como «Evangelio»: es un kerygma narrado. Y aunque los demás evangelistas no comenzarán con este título de «Evangelio» seguirán este modo de narrar a Jesús.


Siendo este evangelio el primero de los cuatro, influyó de forma muy directa en el de San Mateo y San Lucas, pues ambos lo utilizaron como fuente principal para componer sus respectivos evangelios. Y lo hicieron siguiendo el modo como lo había hecho San Marcos: componiendo una biografía de Jesús, pero esta vez más al modo de las biografías helenísticas comenzando por el origen y la infancia. San Marcos había comenzado su relato presentando a un Jesús ya adulto, empezando directamente por el inicio de su predicación. Esto es precisamente lo que refiere San Lucas al principio de su Evangelio: «otros han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros».


Este evangelio también influyó en el de San Juan de manera indirecta, y esto está siendo últimamente muy estudiado y con resultados muy interesantes. San Juan compuso su relato para ofrecer una visión complementaria de Jesús, hizo una relectura del evangelio de San Marcos incorporando otras tradiciones y presentando la predicación de Jesús y su significado de forma diferente. Era el último de los cuatro evangelios y siguió un esquema diverso al seguido por los tres evangelios anteriores, pero a la vez complementario. Tuvo un enorme éxito en el cristianismo naciente por su gran valor espiritual y teológico, y fue definido como el «evangelio espiritual», pero últimamente se está valorando mucho su gran aportación histórica y topográfica.


Se entiende así que San Marcos, siendo el primero, y al venir después los otros tres, sea el menos atestiguado en la transmisión textual de papiros y códices antiguos. Siempre gozaron de más estima y fueron más ampliamente transmitidos los evangelios vinculados directamente a apóstoles como San Mateo y San Juan, y esto relegó a San Marcos a un discreto segundo plano. Pero la investigación moderna sobre los evangelios ha valorado mucho a este evangelio, no solo por ser el primero, siendo así fuente de los otros, sino también por su aportación en la comprensión de Jesús como Mesías y salvador.



3. ¿Quién era San Marcos?


La tradición de la Iglesia es unánime en considerar al autor de este Evangelio como la voz auténtica y el verdadero intérprete de Pedro. Y aunque no aporta ningún dato sobre la fecha en la que se escribió bien pudo ser después de la muerte de Pedro y poco después del año 70, cuando la guerra contra Roma y la destrucción del templo de Jerusalén. Y aunque normalmente se le vinculaba con la comunidad de Roma, en este momento se considera más adecuado insertarlo en la región siropalestinense, tal vez en Galilea, sin descartar que al llegar a Roma se reescribiera en una nueva edición más adaptada al mundo romano. Es lo que se piensa también de Mateo y Juan, sólo Lucas se habría escrito fuera de esta región. Y aunque mucho se ha escrito sobre su comunidad de discípulos que sufren persecución, hoy estamos más convencidos de que San Marcos escribió este primer evangelio pensando en toda la Iglesia y en todas las personas a las que pudiera llegar. No pensaba solo en su comunidad como receptora sino que cualquiera que quisiera conocer a Jesús pudiera hacerlo y seguirle, y de hecho, las más sencillas y auténticas respuestas de fe en este evangelio las encontramos no en el grupo de los discípulos sino en los de fuera. San Marcos resalta en su narración a la gente que escucha la enseñanza de Jesús, que se admira de sus milagros y le sigue. Cualquiera puede formar parte del grupo de sus discípulos, pues la comunidad que Jesús establece es muy inclusiva: el evangelio está destinado a todos.


Sobre quién sea este San Marcos todo apunta a que la atribución de este evangelio no directamente a un apóstol sino a un personaje secundario, afianza la identificación tradicional con Marcos, vinculado a Pedro en 1 Pe 5,13; y especialmente con Pablo: Col 4,10: «primo de Bernabé»; Fm 24; 2 Tim 4,11); también nombrado «Juan Marcos» en varios textos de los Hechos (12,12.25; 15,36-41; y en 13,5.13, solo con el nombre de Juan). Juan es el nombre arameo y Marcos el nombre latino, y es probable que adoptara los dos nombres. Y por lo que leemos en Hech 13,5.13, parece que abandonó en la misión del primer viaje a Pablo y a su pariente Bernabé, y esto hizo que Pablo no quisiera llevarle de nuevo en el segundo viaje, lo cual provocó que Bernabé se separara de Pablo y tomara consigo a Marcos para ir a Chipre (Hech 15,36-41).


Su vinculación con San Pedro es algo que aparece en varios testimonios de los primeros siglos de la Iglesia. Pero para algunos estudiosos modernos esto es más difícil de sostener porque la imagen que parece ofrecer de San Pedro parece ser poco elogiosa, y parece desconocer algunas tradiciones que Mateo transmitirá más adelante (Mt 14,28-32; 16,17-20; …). Pero creo que este argumento no es conclusivo, pues Marcos quiere subrayar precisamente las dificultades de los discípulos, los cuales tienen que seguir a Jesús negándose a sí mismos y cargando con la cruz (8,34). Y parece que este evangelista quiere subrayar que hasta el mismo San Pedro tuvo sus dificultades para seguir a Jesús, y personalmente pienso que Pedro compartiría esto con el discípulo Marcos. Compartir el Evangelio que es Jesús no es compartir idealismos, es animarnos mutuamente compartiendo también nuestras dificultades, nuestras cruces, con el sincero realismo de nuestros miedos y cobardías.


El mismo Marcos ha podido probar ya esas dificultades en su propia carne. Y esto es lo que me hace pensar que ese muchacho envuelto en una sábana (síndona) que en Getsemaní huye desnudo ante los que vinieron a prender a Jesús (15,52), sea el mismo Marcos, un muchacho del entorno que había seguido de lejos a Jesús aquella noche. ¿Una evocación simbólica y anticipada de la resurrección? Puede ser, pero sin descartar también un guiño autobiográfico de Marcos, el discípulo que trata de seguir a Jesús, pero que termina huyendo ante las dificultades, y sin embargo espera alcanzar a pesar de todo la gloria de la resurrección. Y él sabe, y lo ha aprendido en su propia carne, que sin la cruz nada será. El que un autor proyecte su propia experiencia forma parte de la misma inspiración bíblica, Marcos sabe lo que cuesta ser discípulo desde el primer momento de su juventud, es la cruz misma del día a día.



4. Discípulos en camino con Jesús.


Este evangelista es un narrador omnisciente que se implica en lo que narra, y trata de implicarnos también a nosotros como lectores. Quiere que nos identifiquemos con los discípulos y que nos sintamos involucrados en sus dificultades para comprender a un Mesías sufriente y así podamos acoger la paradójica exigencia de la cruz puesta como condición para seguirle.


Nosotros como lectores, al igual que los discípulos, sabemos que Jesús es el Mesías, el hijo de Dios desde el primer momento, pero tenemos que descubrir junto a los discípulos cómo Jesús realiza y cumple su divinidad; y tendremos que hacer una libre elección para seguir al Mesías, Hijo del hombre, destinado a padecer, morir y resucitar. No basta solo con sentir su llamada, con sentirnos atraídos por él en un primer momento, sino que tenemos que hacer un recorrido para comprender a Jesús y comprendernos también a nosotros mismos como discípulos. La imposición de Jesús de no hablar a nadie después de que Pedro le dijera: «Tú eres el Mesías», nos implica también a nosotros como lectores (8,30). Ese silencio es necesario para no hacer de Jesús una idea o una bandera ideológica: Jesús tiene que habitar en nosotros con su cruz para poder ser sus discípulos. Y esto se ve especialmente en la sección del camino hacia Jerusalén (8,34-16,8), cuando va instruyendo a sus discípulos. Jesús va a anunciar por tres veces su pasión, muerte y resurrección, y se nota la persistente incomprensión que muestran los discípulos.


El camino del discípulo comienza a partir de ahora, siguiendo a Jesús por el camino que lleva hasta a Jerusalén, y a lo largo de este camino nos encontraremos no solo con los discípulos, sino también con personajes menores que alimentarán nuestra esperanza de poder responder a la invitación de Jesús a seguirle. Este camino paradójico (8,27: «por el camino preguntó a sus discípulos») será el camino de la comunidad de los discípulos y también el camino de la madurez cristiana. Es bueno que nos paremos en estos tres personajes que al final de cada sección de los tres anuncios de la pasión a lo largo del camino interpelarán la fe de los discípulos y la nuestra.


En la primera secuencia entre el primer y el segundo anuncio (8,31-9,29), el primero es el padre del chico epiléptico («Uno de la gente», 9,14-29). Los discípulos no han podido curarlo, y Jesús, después de recordar a la gente y a sus discípulos su falta de fe, dialoga con este hombre que le grita: «Creo, pero ayuda mi falta de fe». Finalmente a sus discípulos a solas les recuerda la necesidad de la oración constante.


En la segunda secuencia (9,30-10,30) entre el segundo y el tercer anuncio, encontramos una catequesis comunitaria sobre la acogida y la hospitalidad que culmina con la enseñanza sobre el verdadero sentido del matrimonio. Una enseñanza difícil que solo se entiende cuando se acoge el reino de Dios como un niño (10,15), y renunciando a toda riqueza que atrape el corazón del discípulo, sabiendo que «muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros» (10,31). Estos niños son el segundo personaje.


La tercera secuencia es el culmen de toda esta sección del camino: la que viene después del tercer anuncia y hasta la entrada en Jerusalén (10,31-52). Y sigue la incomprensión de los discípulos del verdadero sentido del mesianismo sufriente de Jesús. Esta vez son los zebedeos, Santiago y Juan, los que muestran claramente que no han comprendido nada, y esto justo después de este tercer anuncio. Y la secuencia termina con el ciego Bartimeo, el tercer personaje, otro que gritaba «al borde del camino» a Jesús: «Hijo de David, ten compasión de mí». Pero a Bartimeo le ha costado recobrar la vista, ha tenido que gritar, que insistir en la compasión de Jesús a pesar de que la gente le decía que se callara, ha tenido que soltar el manto y saltar hasta Jesús. Hasta que Jesús le dice: «tu fe te ha salvado». Y Bartimeo «recobró la vista y lo seguía por el camino», convirtiéndose así en modelo de discípulo.


San Marcos, como narrador omnisciente, nos está poniendo el verdadero modelo de discípulo en estos tres personajes secundarios y especialmente en Bartimeo. No son los discípulos que acompañan a Jesús, ni siquiera el mismo Pedro, sino estos tres los que se nos presentan como modelo. Con Pedro y los discípulos aprendemos que para comprender el camino con Jesús tenemos que dejar ciertas lógicas humanas y mundanas. Creo que si nos encontráramos con San Marcos nos preguntaría: Y tú, ¿a qué has renunciado para seguir a Jesús?



5. La debilidad del discípulo y la vivencia del reino de Dios a través del servicio.


La incomprensión de los discípulos que subraya este evangelio sirve para mostrar además de la debilidad propia de los discípulos que le seguían desde el primer momento en Galilea, la dificultad de comprender lo que Jesús nos enseña desde la cruz. La tentación siempre estará servida y la tendremos ante nosotros, parece decirnos San Marcos: la de huir del servicio y la obediencia que tantas veces pasa por la humillación ante los poderes de este mundo.


No podemos olvidar que Jesús corrige y reprocha a Pedro (8,33: opiso mou, satana «detrás de mi, Satanás») y a sus discípulos (10,35-45) su no comprensión, pero a ninguno de ellos rechaza, ni siquiera a Judas, y les enseña pacientemente y les llama de nuevo a unirse a él en la misión. Es de resaltar el detalle de que Judas moja el pan en la misma fuente de Jesús durante la última cena, es decir, estaba a su lado (14,20).


Este evangelista subraya para la comunidad cristiana y para todos los hombres que quieran escuchar que hay otro modo de reinar para hacer que el bien triunfe. Las palabras de Jesús sobre el poder como servicio son centrales en este evangelio (10,42- 45). Marcos caracteriza el poder mundano en Herodes Antipas (6,14-29), alguien que emplea el poder en beneficio propio y de forma caprichosa, pero ¿qué clase de poder tiene Herodes si no manda ni en sus propios sentimientos? Herodes está dominado por Herodías y sus caprichos, y no es un rey libre, pues emplea el poder que se le ha dado para hacer la voluntad de otros, incluso en contra de sus propios sentimientos. No tiene ni conciencia ni honor, no es libre. Herodes es ejemplo claro del poder mundano y relativo.


Jesús enseña desde la cruz el verdadero ejercicio del poder a través del servicio, y trata de instruir a sus discípulos con toda paciencia en esta lógica que requiere un cambio de mentalidad, una metanoia (1,15). Esta es la lógica de Dios, su reinado, que los discípulos deben acoger y empezar a vivir entre ellos, por eso su advertencia a Pedro, y su enseñanza ante la petición de Santiago y Juan. Esta será la lógica que se manifestará para siempre cuando Jesús, como hijo del Hombre, venga al final de los tiempos en la gloria de su Padre.



6. Creer es confiar en Jesús, el Mesías sufriente, hijo de Dios.


Resumiendo, este evangelio es una gran confesión de fe, un gran anuncio que estamos llamados a comprender en camino con Jesús. Comienza presentando a Jesús, el Mesías-Cristo, el hijo de Dios (1,1) y al final encontramos la afirmación del centurión romano a los pies de la cruz: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios» (15,39), y este centurión romano es el primer humano que declara a Jesús como hijo de Dios. En el centro encontramos la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías», y es cuando Jesús comienza el camino hacia Jerusalén tratando de instruir a Pedro y a los demás discípulos en el verdadero significado de su ser Mesías sufriente.


Este primer evangelio nos ayuda a conocer a Jesús en su humanidad entregada hasta la cruz, pues solo comprendiéndolo desde esta humanidad podremos vislumbrar su divinidad como Mesías crucificado. Una lectura de la humanidad divina de Jesús desde la humana debilidad del discípulo. Por eso el camino del discípulo no es un camino de éxitos sino de renuncias.


La fe cristiana tiene carne y corazón, la carne nos hace humildes, el corazón nos une a Jesús. Esta es la clave del realismo cristiano: el seguimiento no es un idealismo, no es un símbolo ni una bandera, no es una ideología, es un día a día ante el misterio de la cruz redentora.


Solo desde la fe podemos reconocer la cruz como gloriosa, y la fe es un camino de servicio, de encuentro conmigo mismo y con los demás, y en este camino tengo que saber a quién escuchar y con quién caminar, siempre vuelto a Dios y a los demás, en un círculo que se abre a la eternidad.


Saber narrar a Jesús es saber narrar también nuestra propia vida, aquí está la clave de todo primer anuncio.



7. Mis tres textos favoritos, ¿cuáles son los tuyos?


Todo el evangelio de San Marcos me atrae por su sencillez narrativa y su mensaje, pero si tuviera que elegir tres textos, estos serían los míos:


1,35-37: «Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: “todo el mundo te busca”».


Después de la intensa jornada en Cafarnaún, después de haber llamado a sus primeros discípulos, Jesús se levantó de madrugada para orar. Y en este «todo el mundo te busca» se condensa el hondo sentimiento que ha calado en los discípulos cuando se despiertan y se dan cuenta de que no está Jesús y van a buscarle porque le echan mucho de menos. ¡Qué buena excusa para decir que no pueden estar sin él! Es el anhelo de estar con Jesús, de sentirle cercano, de escucharle.


5,41: «La cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi»


Cuando medito esta larga escena que narra dos milagros entrelazados: la hemorroisa y la hija de Jairo (5,21-43), estas palabras de Jesús en su lengua materna, el arameo, resuenan en mi como como si en “aquel lugar me hallare”, tal como decía San Ignacio. El modo de narrar de este evangelista es único y me implica como lector, es fácil meterse en las dos escenas como si estuviera allí en medio de la gente que apretuja a Jesús. Acompañamos a Jesús y a Jairo camino de su casa, y cuando la hemorroisa interrumpe el paso de Jesús entre la gente, nos olvidamos por un momento de la niña enferma y miramos a esta pobre mujer que quiere tocar el manto de Jesús. Y cuando Jesús llega finalmente a la casa de Jairo después de que le habían dicho que la niña había muerto, aparece la risa de la gente cuando Jesús dice que no está muerta, una risa entre lágrimas que manifiesta el dolor por la niña. Y estas palabras en arameo manifiestan el poder de Jesús para dar vida y adelantan su resurrección y la nuestra, evocan también el Cantar de los Cantares. Los arameísmos de San Marcos tienen algo especial, son “ipsissima verba Iesu”, parece como si estuviéramos oyendo a Jesús.


16, 6-8: «Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”». Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían».


Este primer final del evangelio narra el sepulcro vacío y el primer anuncio a las mujeres, que no son capaces de reaccionar por su miedo. Es un final abierto, y como lector me pregunto, pero al final, ¿le comunicaron estas mujeres a Pedro lo que vieron? Sabemos por el final añadido y por los otros evangelios que lo hicieron pero San Marcos ha preferido terminar su evangelio así, subrayando el miedo de las mujeres, igual que había subrayado la debilidad de los discípulos. Pero, la misión ya ha comenzado, a pesar de la debilidad de estas mujeres discípulas, pues es Jesús resucitado, el crucificado, el que va por delante. Y quiere encontrarse con ellos en Galilea, el lugar del primer amor con Jesús y de la primera misión, cuando aprendieron a decir sus palabras como Jesús las decía y las vivía.


Hay que dejar que Jesús resucitado vaya por delante a través de su Espíritu. Este es el secreto de toda misión, y el secreto del primer anuncio. Y esto solo es posible con una vida espiritual constante e intensa a través de la oración personal y la participación en la vida litúrgica y comunitaria de la Iglesia.



 

Para seguir leyendo:

-Santiago Guijarro, Los cuatro evangelios (Sígueme, Salamanca 2021).

-Iranzu Galdeano, «Mira que envío mi mensajero delante de ti…». La caracterización narrativa de Juan Bautista en el evangelio según Marcos (Verbo Divino, Estella 2019).

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