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¿Por qué seguir aún en la Iglesia Católica tras la crisis de los abusos? Parte IV

Solo la fe de la Iglesia salva al hombre


A pesar de los muchos obstáculos que se puedan presentar hoy para creer, hay que volver a afirmar que permanecemos en la Iglesia porque sólo la fe de la Iglesia salva al hombre. A primera vista esta afirmación puede parecer obsoleta, “una frase muy tradicional, dogmática e irreal, pero en último término es totalmente objetiva y realista” 1️⃣. En nuestra sociedad contemporánea llena de inhibiciones y frustraciones “el deseo de salvación ha reaparecido en toda su primordial vehemencia” 2️⃣.


Los esfuerzos de Freud y Jung junto a los de Marx, Marcuse y otros más modernos -desde otras premisas- vienen a ser un intento de salvar a quienes hoy se sienten irredentos 3️⃣. Se busca ser salvados de un mundo lleno de dolor, injustas desigualdades, enfermedad y miseria. Incluso en las sociedades más libres y avanzadas sigue perviviendo la tiranía, la injusticia y el dolor de siempre. El estado de bienestar, embriagado de materialismo, hedonismo y prometeísmo técnico-científico puede hacer más cómoda, placentera y fácil la vida en algunos aspectos, pero el precio que lleva consigo -a nivel global- es terriblemente alto; resulta despiadado ver el infierno que deben pasar muchos para que sólo algunos puedan disfrutar de una aparente e ilusoria salvación terrenal.


La desconfianza de obtener la salvación desde fuera ha llevado al hombre a replegarse aún más sobre sí mismo. Se pone de relieve una vez más la veracidad de las palabras de Hobbes “el hombre es un lobo para el hombre” (homo homini lupus), o las de Sartre “los otros son un infierno”; la consecuencia de esto se ve en la desconfianza ante el otro como camino de realización y, con ello, la búsqueda autónoma de la propia salvación. Desde aquí se entiende cómo el sálvese quien pueda ha conducido al hombre a una autoreferencialidad sin precedentes.


Desafortunadamente, este enfoque conduce a un callejón existencial sin salida. En este estado de desconfianza y aislamiento, el hombre cae presa de la tiranía de su propio yo. Lleno de libertades y permisividades se encuentra insatisfecho y agotado de sí mismo. Paradójicamente ya no son los otros los peores enemigos, sino que ahora es el propio ego personal el gran adversario del que no se sabe muy bien cómo defenderse. En este sentido, quizá, las 4.097 personas que se suicidaron en el 2022 -sólo en España- nos muestren que la “autoredención” es una falacia.


La lucha contra el dolor y la injusticia brotan de un impulso fundamentalmente cristiano, pero el pensar que, a través de las reformas sociales y la eliminación del dominio de las clases y del ordenamiento jurídico se puede conseguir una sociedad sin dolor ni injusticias, es una doctrina ingenua y errónea, que desconoce profundamente la naturaleza humana. Una antropología que hace justicia a la realidad personal no puede obviar el misterio del mal. Lo vemos en nuestro mundo en guerra y lo vemos en nuestro propio interior. No estamos condenados al mal ni a la corrupción, pero sí es cierto que en nuestro interior hay una ley que nos hace decir con el autor pagano Ovidio: “Veo lo mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor” (video meliora proboque, deteriora sequor); o como formuló años más tarde Pablo de Tarso: “veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.” (Rm 7, 23). Es esta una situación que, expresada de una forma u otra, afecta a todo ser humano, situación ante la que el mismo San Pablo exclama: ¿Quién me salvará? Y responde sin rodeos: ¡Jesucristo nuestro Señor!


Este es el quicio de la cuestión, el hombre sólo es salvado a través de la cruz de Cristo, “todas las demás ofertas a mejor precio están destinadas al fracaso” 4️⃣. Esta es la verdad que anuncia la Iglesia, una verdad que puede ser oscurecida y pisoteada, crucificada y enterrada, pero jamás podrás ser destruida.


En conclusión, permanecemos en la Iglesia católica porque, aunque siempre habrá peces malos y cizaña en medio de los peces buenos y el trigo, “la Iglesia de Dios sigue existiendo hoy, y sigue siendo el instrumento a través del cual Dios nos salva” 5️⃣. Por ello, hay que oponer, afirma Ratzinger, a las mentiras y medio verdades que nos llegan por todas partes la gran verdad: “sí, hay pecados y mal en la Iglesia. Pero existe también hoy la Iglesia santa que es indestructible” 6️⃣.


La Iglesia que en la solemnidad de Todos los Santos nos muestra su rostro más bello y verdadero, el rostro de los ya salvados en Cristo que han vivido en plenitud la ley nueva del amor.


P. Pedro García Casas

Sacerdote, Doctor en Filosofía, Licenciado en Teología del Matrimonio y la Familia,

Licenciado in Safeguarding of Minors, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, 2020.


 

1️⃣ Joseph Ratzinger, ¿Por qué permanezco en la Iglesia?, o.c. 88.

2️⃣ Ibid.

3️⃣ Cf., Ibid.

4️⃣ Joseph Ratzinger, ¿Por qué permanezco en la Iglesia?, o.c. 89.

5️⃣ Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, “La Iglesia y el escándalo de los abusos sexuales”, o.c. 46

6️⃣ Ibid.


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