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Somos los niños de sus ojos

Mi nombre es Cristina. Tengo 25 años y soy de Murcia. La verdad que poner por escrito mi testimonio de fe me resulta muy difícil porque es algo tan grande que creo que resumirlo y escribirlo le puede quitar esa grandeza… aunque aquí delante del sagrario donde estoy escribiéndolo igual el Señor logra a través de estas palabras plasmar algo que ayude a alguna persona que lo lea. Aunque no tengo grandes cosas que contar Dios siempre se sirve de todo para buscarnos y con que toque un corazón o le llegue a alguien ya habrán merecido la pena estas palabras.


Vengo de una familia cristiana y mis padres son personas con una fe muy profunda y una confianza en Dios increíble. Por ello toda mi fe es gracias a ellos (por supuesto después de gracias a Dios) y también a las personas de fe con las que he tratado a lo largo de mi vida y a las que estaré inmensamente agradecida. He tenido la suerte de conocer a personas que están muy cerca de Dios y… “a quién buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”. A parte de en mi casa, también he recibido la fe desde muy pequeña en mi colegio, Nelva , donde hicieron que la semilla que plantaban mis padres fuera dando sus frutos poco a poco. Más tarde cuando entré en la carrera allá por 2017 Dios “me llamó y me lió” junto con unos amigos a seguir una “locura” del Espíritu Santo a través del movimiento de Hakuna donde ha transformado tantos corazones, comenzando por el mío.


Hakuna entró en mi vida como un soplo de aire fresco que no cambió nada pero lo cambió todo. Con la adoración eucarística semanal y las actividades en las que Dios era el protagonista y en las que alegría que se respiraba era signo indirecto de que la unión y el centro era Él, fui y he ido poco a poco aprendiendo cómo Dios se hace presente en la Hostia, en cada momento, en cada detalle y en cada persona. Además de comprobar cómo compartir la fe con tus amigos hace que sean más que amigos, o sea, que sean como hermanos. A parte a día de hoy estoy haciendo un curso de Teología a través de Hakuna en el que estoy aprendiendo muchísimo sobre nuestra fe, puesto que para vivirla y querer a Dios también hay que conocerla y conocerlo, con la lectura de la escritura, la oración y sacramentos pero también con la formación para poder llegar a conocer más a Dios en su inmensidad e infinitud, siempre sabiéndonos seres limitados pero sedientos del amor y del conocimiento de Dios.


Unos años más tarde, cuando llevaba dos años de noviazgo con Isidro, mi novio desde hace cuatro años y con el que estoy deseando casarme (¡nos casamos el año que viene Dios mediante!), entró fuerte en nuestras vidas el movimiento de Proyecto Amor Conyugal. Realizamos un retiro experiencial en el que aprendimos a querernos con Dios en medio de nosotros y a conocernos más y mejor a la luz del Espíritu Santo. Allí comprendimos que Dios nos pensó el uno para el otro desde la eternidad y que cuenta con cada uno de nosotros para hacer llegar al cielo al otro (¡qué fuerte!), además de otras muchas cosas que han ido haciendo que cada día nos queramos más y mejor sobre todo por acercarnos más a Él. Además gracias a este movimiento inspirado por la Virgen de Fátima hemos podido acercarnos mucho más a Ella. Antes de todo esto para mí la Virgen teóricamente era mi madre pero no me dirigía a ella como tal. Y poco a poco he ido dándome cuenta del tesoro que tenemos los cristianos de tener una Madre como ella que no nos suelta y nos lleva siempre de su mano, además, por el camino fácil. Bueno, el camino es el mismo pero de su mano todo es más llevadero y la cuesta parece menos empinada. Además este verano 2023 en la JMJ cuando fui a Fátima sentí una paz tan profunda que es muy difícil de transmitir pero me sentí tan arropada por María que ya nada volvió a ser igual en mi corazón a raíz de ese encuentro con Ella. También gracias al rezo del Rosario y a un libro que leí, que se titula “De María a María”, en el cual sentía al leerlo la presencia de una Madre a la que yo no había tenido en cuenta durante mucho tiempo.


Por otro lado, aparte de vivir la fe en la Iglesia, también tengo grandes amigos fuera de ella que no piensan como yo pero que me enriquecen tanto que sin ellos pensarlo también son testimonio de Dios para mí. Yo creo que Dios se sirve de cualquier persona para ser reflejo para los demás. Y yo intento también ser testimonio para ellos puesto que muchas veces en mi cabeza resuena una frase (que no sé dónde la escuché) que decía que “el único evangelio que leerán algunas personas será nuestra vida”. Por ello también siento esa responsabilidad tan bonita de ser testigo del Amor de Dios que tanto recibo dentro de la Iglesia y que impregna mi vida y mi corazón. Además, puesto que soy médico, pienso muchas veces en que tengo que aprender mucho del médico entre los médicos que era Jesús, e intento también que mis horas de trabajo sean horas de oración, como decía San Josemaría. Me gusta mucho pensar cuando tengo un paciente delante que es el mismo Jesús al que estoy tratando y así siento su presencia de una forma muy patente recordando mucho la frase de “cuando se lo hicisteis a uno de estos a Mí me lo hicisteis…”.


Y hasta hoy en día este es mi testimonio de fe. Gracias a Dios siempre por hacerme el regalo de vivirla y de tantos ejemplos de vida que tengo a mi alrededor. Aunque a veces me pasen cosas que no entiendo o me aleje de Él siempre siento que Dios sale a mi encuentro y Jesús también sufre a mi lado las cosas que sufro y es el primero que celebra mis alegrías y posibles éxitos, que en realidad son suyos porque todo lo que pueda tener son regalos que me ha dado. Como dice una canción de Hakuna… “soy la niña de sus ojos…”. Al igual que tú que lees esto: “Eres la niña o el niño de sus ojos”.


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