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Una sombra que pasa

Bueno, ya están presentados todos los personajes de esta obra. Por un lado, Dios y su Sabiduría. Y de su parte todas las criaturas, especialmente los hombres, sus amigos.


Y por otra parte los que no dejan entrar la Sabiduría en ellos. Y como consecuencia necesaria e ineludible de ello viene la muerte, acompañada de sus hermanas, la mentira, la calumnia, los pensamientos torcidos, es decir, el pecado en todas sus manifestaciones.

Y como se trata de hablar de las personas que dejan entrar en sus vidas a la Sabiduría, y siguiendo el método habitual del autor, vamos a hablar de lo contrario. Esto es el capítulo 2, los malos los impíos. Luego en el 3 y el 4 veremos personas que viven cerca de nuestra amiga, la Sabiduría divina. Y después volveremos a hablar de los malos, los impíos, eso ya será en el capítulo 5.


Quizás te parezca una estructura demasiado rebuscada, pero yo creo que no. De todos modos, lo importante es que disfrutes del texto, y no de las cosas que yo te pueda decir. Esto sólo es por si te ayuda a entender un poco mejor el mensaje.


Así que, nos situamos, capítulo 2, vamos a hablar de los malos, los impíos. Primero veremos qué piensan ellos de la vida y de su final. Luego vemos lo que piensan de los que son buenos. Y al final podremos hacer un juicio sobre el pensamiento de los impíos.

Como tantas veces lo más interesante estará en el centro. Cuando los impíos se fijan en un hombre que es justo. Es un texto que, para nosotros que hemos conocido a Cristo, tiene un valor muy especial. Ya verás. Te gustará.


Los impíos piensan que con la muerte se acaba todo. Ya dijimos que en el Antiguo Testamento apenas si encontramos la idea de que la vida sigue después de la muerte. Sólo en libros más tardíos, como los de los Macabeos o el libro de Job, se nos habla de la vida después de la muerte.


Encontramos mencionado un sitio, el “Seol”, donde van las almas de los que han muerto. Pero a la estancia allí no se la puede denominar vida. No actúan, no hacen. Es como un lugar donde estar sin más, el país de los muertos.


Tampoco los paganos hablaban de una vida después del momento de la muerte. Ellos también tienen un sitio, el “Hades” donde las almas de los muertos van, para no salir nunca de allí. También un sitio de muertos.


Para un judío el único modo de sobrevivir después de la muerte es que alguien se acuerde de ti, que se pronuncie tu nombre en la tierra de los vivos. Y esto pasará si, cuando llegue el momento de irte de este mundo, se quedan aquí descendientes tuyos que pronuncien tu nombre. De eso ya te he dicho algo.


Por eso un judío siempre pronuncia el nombre de su padre cuando habla de sí mismo: David, el hijo de Jesé (Sal 72,20). De ahí viene la necesidad de dejar descendientes, de casarse pronto y tener hijos, muchos. Eso es una bendición de Dios. Así que podemos decir, aunque nos suene extraño, que para un judío la descendencia es la vida eterna.

Por eso es tan importante la mujer, porque es la que asegura la descendencia.


Y también por eso es tan malo el adulterio, porque es quitarle a un hombre su descendencia. De ahí la gravedad del pecado que quiso cometer David contra Urías, el hitita (cfr. 2Sm 11,2-8).


Así que, tanto para unos como para otros no existe vida después de haber muerto.

Y para el autor de nuestro libro esto es un pensamiento propio de insensatos, de impíos.

Este texto se puede aplicar fácilmente a la mayoría de nuestros compatriotas. Muchos de ellos son impíos, en sentido estricto. Estamos en una sociedad que ha quitado, o por lo menos está tratando de quitar, a Dios de su pensamiento. Y si quitas a Dios la vida se queda en algo muy poco consistente.


Léelo por favor con detenimiento. Seguro que se te vienen a la cabeza personas que conoces.


1Razonando equivocadamente se decían:

«Corta y triste es nuestra vida

y el trance final del hombre es irremediable;

no consta de nadie que haya regresado del abismo.

2Nacimos casualmente

y después seremos como si nunca hubiésemos existido.

Humo es el aliento que respiramos

y el pensamiento, una chispa del corazón que late.

3Cuando esta se apague, el cuerpo se volverá ceniza

y el espíritu se desvanecerá como aire tenue.

4Con el tiempo nuestro nombre caerá en el olvido

y nadie se acordará de nuestras obras.

Pasará nuestra vida como rastro de nubes

y como neblina se disipará,

acosada por los rayos del sol

y abatida por su calor.

5Nuestra vida, una sombra que pasa,

nuestro fin, irreversible:

puesto el sello, nadie retorna.

6¡Venid! Disfrutemos de los bienes presentes

y gocemos de lo creado con ardor juvenil.

7Embriaguémonos de vinos exquisitos y de perfumes,

que no se nos escape ni una flor primaveral.

8Coronémonos con capullos de rosas antes que se marchiten;

9que ningún prado escape a nuestras orgías,

dejemos por doquier señales de nuestro gozo,

porque esta es nuestra suerte y nuestra herencia».

10«Oprimamos al pobre inocente,

no tengamos compasión de la viuda,

ni respetemos las canas venerables del anciano.

11Sea nuestra fuerza la norma de la justicia,

pues lo débil es evidente que de nada sirve.


Creo que el texto que está en el centro de este párrafo nos lo explica todo: sombra de un paso es nuestra vida y no hay vuelta de nuestra muerte (Sb 2,5). La vida algo fugaz, rápido, inasible. En cuanto te descuidas ya se ha pasado. Y la muerte es para siempre, irreversible.


Éste es el razonamiento de los primeros cuatro versículos. Incluso nuestro nombre, nuestra descendencia que se quedará aquí, eso también pasará (cfr. Sb 2,4).


Consecuencia: vamos a disfrutar de todo lo posible. Estos son los últimos seis versículos del texto que acabas de leer. Aprovéchate de lo mejor, los vinos, los capullos de rosas.


Ponte por encima de los que son más débiles que tú. Nadie te lo va a impedir: que ninguno de nosotros se quede sin su parte de nuestra arrogancia (Sb 2,9), así se puede traducir también la primera parte de este versículo.


Si no existe vida eterna haz todo lo que te apetezca, aunque sea dañando a otras personas. Los débiles están para aprovecharse de ellos. El pobre, la viuda, el anciano son las personas más débiles.


Si no hay vida eterna, nadie los va a defender. La verdad es que este mensaje es tremendamente actual.

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