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Cristianismo y Cristiandad: conceptos diferentes

No hay duda: hoy en día, rara es la vez que estos dos palabros no se utilicen de manera simultánea, como si fueran sinónimos perfectos, si es que se los conoce siquiera. La secularización de la sociedad, que ha avanzado a pasos agigantados durante los últimos años, ha provocado una disminución drástica de la cultura general que la sociedad tenía sobre la doctrina y la cultura católica. Lo cierto es que, tanto en medios de comunicación como en el lenguaje cotidiano, este matiz pasa desapercibido para la mayoría, incluso en aquellos contextos culturales relacionados con la Iglesia.


Por eso me parecía importante escribir sobre esta cuestión pues, si pretendemos salvar almas y servir a los demás, deberíamos conocer mejor nuestra fe antes que nada; para poder predicar, hace falta la acción y hace falta la palabra.


Si nos vamos a las definiciones más académicas de «Cristianismo» y «Cristiandad», podemos concluir que «Cristianismo» es, resumiendo, la religión en sí: somos cristianos, ergo seguidores de Cristo (= el Cristianismo); «Cristiandad» es un concepto mucho más social, más político. La Cristiandad se refiere al mundo, al conjunto de los cristianos, ya se hable de individuos o de pueblos y naciones. Así, podemos decir que tanto yo como un creyente de Polonia o de Uganda nos adscribimos a la «Cristiandad», o bien que formamos parte de esta sin importar nuestra nacionalidad. En algunos idiomas, como en inglés o francés, esta distinción también existe de forma clara: «Christianity» y «Christendom» en inglés, «Christianisme» y «Chrétienté» para los francófonos.


Aunque parezca una problemática sin importancia, lo cierto es que esta diferenciación es clave para explicar el estado de letargo cultural en el que se encuentra la comunidad de cristianos en los países occidentales: al perder, o difuminar, la noción de Cristiandad, esta noción de hermandad entre pueblos por lo sagrado, la Iglesia ha perdido una dimensión social extremadamente importante. Cada comunidad cristiana se refugia hoy en sus fronteras nacionales y la colaboración y solidaridad se reduce en su mayoría a ciertas organizaciones eclesiásticas o no gubernamentales, lo que ha provocado que el público general vea a la Iglesia como una institución inmovilista, lenta y confusa. La noción de Cristiandad es importantísima porque materializa el mensaje universalista de amor que la Iglesia quiere enseñar al mundo.


Fue este mismo concepto el que, por ejemplo, inspiró las Cruzadas hacia Tierra Santa: todas las naciones y reinos medievales, enemistados entre sí y en guerra desde hacía siglos, de repente tomaron consciencia de lo que les unía y dejaron de guerrear para trabajar juntos por un objetivo común; fue este concepto de cristiandad el precursor de las primeras ideas de unidad y colaboración europea, hoy plasmadas en la Unión Europea; este concepto inspiró la solidaridad de los cristianos de occidente con los de oriente y fomentó la comunión con Roma de muchos ritos diferentes, etcétera.


Hablando de mi experiencia personal, puedo ser testigo de esto que acabo de decir. Una de las pocas cosas que me unían a España al salir de esta para trabajar en el extranjero ha sido la misa. La lengua cambia, por supuesto, pero la liturgia sigue siendo la misma; sigue siendo el mismo Dios, los mismos gestos, el mismo amor entre hermanos. El saberse en compañía de otros fieles, aunque de otra nacionalidad y lengua, me hacía sentir como si estuviera rodeado de mis compatriotas, o de hermanos, y no de desconocidos o extranjeros. El concepto de hermandad cristiana, además, envía un mensaje muy potente a la sociedad: los cristianos, unidos sin importar el país, color, raza o ideología, trabajando por un objetivo común y en solidaridad.


Perder esta baza, que históricamente ha sido uno de los puntos fuertes de la Iglesia, no es sino otro síntoma más del «resfriado» por el que la Iglesia pasa actualmente. Sería una pena desperdiciar todo el capital humano del que dispone la Iglesia: millones de fieles, capacidad económica, influencia, valores… Elementos que no se están explotando todo lo que deberían, por lo que la comunidad de fieles no tiene ya casi presencia en la vida social, salvando ciertas excepciones. Pero Cáritas no es suficiente. Tenemos que volver a recuperar el momento, la espontaneidad, la hermandad; que no se diga que la Iglesia se queda relegada a las fronteras nacionales y cada oveja con su pareja. Hagamos prueba de transversalidad y empecemos a salir de nuestras zonas de confort para ayudar a aquellos hermanos que estén en momentos de necesidad, y hagamos presión para hacer ver al mundo moderno que la Iglesia aún está ahí, presente y latente, mediante el desarrollo y fomento del concepto de la Cristiandad y los valores inmortales del mensaje de Cristo.

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