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María, luz de la Iglesia

El pasado mes de mayo, dedicado a María, tuvimos la oportunidad de reflexionar y acudir especialmente a ella ya que su bondad no tiene límites y el tesoro de sus regalos es inagotable. En este momento en el que comenzamos el verano, es un buen momento para tener presente y agradecer la presencia de la mujer en la Iglesia.


María es un modelo para todas las personas, hombres y mujeres, que dedican su vida al seguimiento de Jesús. La fortaleza de su testimonio radica en su capacidad de escuchar y poner en práctica la palabra de Dios. Por eso, cuando una mujer entre la multitud exclamó a Jesús: "¡Bendito el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!", Jesús respondió: "¡Benditos aquellos que escuchan el mensaje de Dios y lo ponen en práctica!" (Lucas 11,27-28). La presencia de María como hermana en la fe aporta la calidad y el calor materno del hogar a la Iglesia naciente.


María nos presenta un modelo de mujer activa y participativa, muy alejada de la sumisión o de desempeñar roles secundarios. Frente al misterio de Dios, responde con dinamismo y el poder del amor, entregando su vida por completo.


A lo largo de la historia, esta mujer ha sido considerada "el modelo" para pintores, escultores, músicos y poetas. Si hacemos un recorrido artístico a lo largo de los últimos dos milenios, descubriremos cómo diferentes generaciones la han contemplado y representado en sus sueños. María, una mujer laica, se ha convertido en un referente para todos los hombres y mujeres que desean acercarse a Dios.


Ella proclama la grandeza y la fortaleza de Dios, esta grandeza, está relacionada con la misericordia y la liberación de las personas y los pueblos, no con títulos o reconocimientos. La fortaleza que exalta no es la de los imperios dominantes, sino el compromiso en favor de los más débiles, los hambrientos y los olvidados.


Los evangelios contienen un número importante de referencias a las mujeres. Os invito a volver a leer y meditar algunos de los encuentros y diálogos más significativos de Jesús con mujeres de su entorno:

- Jesús y la mujer samaritana (Juan 4,1-43)

- La mujer sirofenicia (Marcos 7,24-30)

- La mujer adúltera (Juan 8, 1-11)


Indudablemente, en el nombre de Jesús no se puede justificar ninguna forma de discriminación hacia las mujeres. No en su nombre. Sería difícil afirmar que somos seguidores de Jesús si marginamos implícita o explícitamente a las mujeres en la Iglesia.

En ningún caso encontramos a Jesús discriminando, menospreciando o estereotipando a las mujeres. Por el contrario, cualquier estudio basado en documentos revela cómo Jesús las valoró, sanó y restauró la dignidad que la sociedad de aquel tiempo les había arrebatado. Compartió los misterios del Reino con un grupo cercano que incluía a mujeres. Se manifestó a ellas en la mañana de la resurrección, confiándoles el testimonio del sepulcro vacío y la victoria sobre la muerte. Muchas de ellas tuvieron un trato especial y único con Jesús: lo tocaron, lo ungieron y lo besaron.


¿Observas a las mujeres que, dentro de nuestra querida Iglesia, desempeñan roles como educadoras, trabajadoras sociales, catequistas, monitoras de diferentes grupos juveniles u otras tareas de servicio? ¿Cómo podemos, hombres y mujeres juntos, hacer que sean más visibles y construir una Iglesia de comunión que abarque tanto lo masculino como lo femenino?


Queridas mujeres y queridos hombres de la Iglesia, sigamos explorando juntos nuevos caminos para animar en la Fe. Que María, madre y discípula, nos acompañe y bendiga en todos sus proyectos. Ojalá ella, sea nuestra fuente habitual de inspiración y nuestra guía diaria para continuar creciendo, ampliando y haciendo realidad nuestros sueños.


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