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Vocación por la medicina y cristiana

¿Cómo se puede vivir la vocación por la medicina como cristiana?

Medicina está definida en la RAE como conjunto de conocimientos y técnicas aplicados a la predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas y, en su caso, a la rehabilitación de las secuelas que puedan producir.


Si le preguntas a los profesores de la carrera pueden, en un momento de inspiración, definirla como el arte de tratar y curar al enfermo. Estas dos definiciones son buenas, por supuesto, pero qué te puede decir un estudiante de Medicina, pues muy probablemente se ponga pensativo y buscará en la gran cantidad de textos que ha memorizado algo que consiga definir la razón o una de las razones principales por la que aprovecha el tiempo de la ducha para llorar mientras trata de recordar por qué quiere ser médico.


Estudiar medicina conlleva muchas cosas: no salir mucho, ver a tus amigos comenzar una vida adulta mientras tú sigues estancado en las cuatro paredes de tu habitación o la biblioteca (que se vuelve como una segunda casa), estudiar miles de conceptos que tan solo puedes razonar e imaginar, porque no vas a poder verlo con tus propios ojos hasta que tengas tu título, dudar de tu valía para tener en tus manos la vida de una persona, etc.


Cuando un cristiano se siente perdido, mira al cielo y pide consejo, pero para ello debemos ser conscientes de que no podemos hacer todo solos y no tenemos por qué ser perfectos; perfecto tan solo es Dios, y Él nos ama tal y como somos. Esto no quiere decir que no tenemos que esforzarnos, a estas alturas es más que evidente que nada en la vida viene regalado (excepto algún aprobado, que por misericordia del profesor ha obviado las pocas décimas que faltaban para el cinco). Cuando te pasas el día entre libros y metido en la rutina es fácil olvidarse de la razón por la que estás siguiendo ese camino, un camino que sigues porque piensas que Dios te ha dado las herramientas para poder seguirlo, porque piensas que con esfuerzo puedes llegar a ser un médico que ayude a los demás.


Suena muy bonito “ayudar a los demás”, y en efecto un médico ayuda, pero cuando estás estudiando fantaseas con salvarle la vida a tu paciente mediante una cirugía complicadísima, como si tu futuro fuese una réplica de algún episodio de Anatomía de Gray. Pero ayudar, la mayor parte de las veces, va a ser simplemente escuchar las quejas de tus pacientes, estudiarte alguna enfermedad o estudio diagnóstico nuevo porque un paciente lo ha mencionado en la consulta y tú no tenías ni la más remota idea de lo que te estaba hablando, e incluso consolar a la familia de una persona que ha fallecido en tus manos. No podemos simplemente esperar que por haber estudiado 6 años (o más, como por ejemplo en mi caso) vayamos a ser omnipotentes y omniscientes, debemos poner nuestros dones al servicio de Dios y humildemente admitir que somos humanos, que, aunque pongamos todo nuestro corazón en algo, no hay seguridad de que salga bien, ni siquiera si se lo pedimos a Dios; porque la libertad que nos regala lleva consigo la aparición de tragedias y maravillas. Lo cual no quiere decir que no vayan a haber milagros, todos los días hay pequeños milagros, e incluso en ocasiones alguno grande, pero no podemos dar por hecho que si algo no sale como esperamos, Dios va a arreglar todo. Cuando alguien por el que has luchado muera, no debes echarle la culpa a Dios, ni a ti; no podemos controlar todo nuestro alrededor, por mucho que a veces lo deseemos. Además, no es la muerte, después de todo, tan solo una parte más de la vida, aunque realmente no lo lleguemos a entender del todo, o nos preguntemos por qué muere gente joven, o una madre, una embarazada ilusionada, un abuelo adorable o un hijo querido; realmente no tenemos la respuesta, tan solo podemos rezar por que alcancen la vida eterna y hacer lo más ameno posible el sufrimiento de las personas que dejan atrás en el mundo terrenal.


Nosotros, como médicos, tenemos la obligación y el privilegio de ir de la mano de los pacientes haya las adversidades que haya durante su enfermedad, ellos van a confiar en nosotros, así como nosotros tenemos que confiar en Dios; Él nos dará la fuerza para dar nuestro todo, y ejerciendo nuestra libertad, tomar las decisiones que creamos correctas, siempre en beneficio de aquel que busca nuestra ayuda.


Concretando un poco, la vida de un médico no es fácil, pero lo importante es, incluso cuando veamos todo negro, cuando dudemos de nuestra cualificación o de nuestra capacidad, hay que recordar por qué estamos donde estamos. Un hombre al que aprecio inmensamente me dijo en una ocasión “Cuando estés tan perdida que no sepas ni qué pedirle a Dios, dile: Señor, tan solo soy barro, moldéame a tu voluntad”, y es que cuando pierdes la noción de quién eres, necesitas que tus seres queridos te recuerden lo que has sido, pero cuando pierdes la noción de quién quieres legar a ser, necesitas que Aquel que más te conoce te recuerde el camino que es mejor para ti.

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